19 de diciembre de 2012
Miércoles de la Tercera Semana de
Adviento
Lecturas:
Jueces 13,
2-7. 24-25 / Salmo 70, 3-4. 5-6. 16-17 Mi boca proclama tu alabanza y anuncia tu gloria.
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1, 5-25
En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un
sacerdote llamado Zacarías, de la clase sacerdotal de Abías. Su mujer, llamada
Isabel, era descendiente de Aarón. Ambos eran justos a los ojos de Dios y
seguían en forma irreprochable todos los mandamientos y preceptos del Señor.
Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril; y los dos eran de edad
avanzada.
Un día en que su clase estaba de turno y
Zacarías ejercía la función sacerdotal delante de Dios, le tocó en suerte,
según la costumbre litúrgica, entrar en el Santuario del Señor para quemar el
incienso. Toda la asamblea del pueblo permanecía afuera, en oración, mientras
se ofrecía el incienso.
Entonces se le apareció el Ángel del Señor,
de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías quedó
desconcertado y tuvo miedo. Pero el Ángel le dijo: «No temas, Zacarías; tu
súplica ha sido escuchada. Isabel, tu esposa, te dará un hijo al que llamarás
Juan. El será para ti un motivo de gozo y de alegría, y muchos se alegrarán de
su nacimiento, porque será grande a los ojos del Señor. No beberá vino ni
bebida alcohólica; estará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre, y
hará que muchos israelitas vuelvan al Señor, su Dios. Precederá al Señor con el
espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos y
atraer a los rebeldes a la sabiduría de los justos, preparando así al Señor un
Pueblo bien dispuesto.»
Pero Zacarías dijo al Ángel: «¿Cómo puedo
estar seguro de esto? Porque yo soy anciano y mi esposa es de edad avanzada.»
El Ángel le respondió: «Yo soy Gabriel , el
que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta
buena noticia. Te quedarás mudo, sin poder hablar hasta el día en que sucedan
estas cosas, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido
tiempo.»
Mientras tanto, el pueblo estaba esperando a
Zacarías, extrañado de que permaneciera tanto tiempo en el Santuario. Cuando
salió, no podía hablarles, y todos comprendieron que había tenido alguna visión
en el Santuario. El se expresaba por señas, porque se había quedado mudo.
Al cumplirse el tiempo de su servicio en el
Templo, regresó a su casa. Poco después, su esposa Isabel concibió un hijo y
permaneció oculta durante cinco meses. Ella pensaba: «Esto es lo que el Señor
ha hecho por mí, cuando decidió librarme de lo que me avergonzaba ante los
hombres.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Estéril es una tierra que no produce
nada y, por extensión era la dolorosa expresión con que se denominaba a las
mujeres que no habían podido sido madres. Por eso, si a una de ellas se le
anuncia «vas a concebir y a dar a luz un
hijo» (1L), es naturalmente una muy gozosa
noticia.
Hoy la Palabra nos anuncia a cada uno de
nosotros Buenas Noticias semejantes, como una forma de señalarnos que «no hay
nada imposible para Dios» (Lc 1,37), por lo que se nos
anuncia que sólo Él puede conseguir que la roca de nuestro corazón egoísta, el
desierto de nuestro desánimo y la caducidad de nuestro espíritu pasen a ser
fecunda fuente de generosidad, alegría y vida, que se debiesen derramar hacia
los demás, para darle luz y sabor al mundo que nos rodea (cf Mt 5,13-14).
Como efecto de esto, podremos cantar: «Vendré a celebrar las proezas del Señor,
evocaré tu justicia, que es sólo tuya» (Sal). «Esto es lo que el Señor ha hecho por mí».
Libéranos, Señor, de lo que nos
avergüenza ante los hombres: expresar firme y valientemente, a través de
nuestras obras, que somos hijos del Padre Bueno, seguidores del Maestro
Servidor e impulsados por el Espíritu Santificador. Así sea.
Llenos del gozo
de haber recibido la Buena Noticia de la Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.
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