18 de diciembre de 2012
Martes de la Tercera Semana de
Adviento
Lecturas:
Jeremías 23, 5-8
/ Salmo 71, 1-2. 12-13.
18-19 ¡Que en sus días florezca la
justicia!
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 1, 18-24
Este fue el origen de Jesucristo:
María, su madre, estaba comprometida con José
y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del
Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería
denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor
se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a
María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del
Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús,
porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo
que el Señor había anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz
un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: «Dios
con nosotros.»
Al despertar, José hizo lo que el Ángel del
Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.
Palabra del Señor.
MEDITACION
La Palabra sigue recordándonos que había
una promesa: «Llegarán los días -oráculo
del Señor- en que suscitaré para David un germen justo; él reinará como rey y
será prudente, practicará la justicia y el derecho en el país» (1L) «porque él librará al pobre que
suplica y al humilde que está desamparado. Tendrá compasión del débil y del
pobre, y salvará la vida de los indigentes» (Sal), por medio del «hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús,
porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados».
Pero para que todo esto ocurriera de
esta manera, puso en manos de los hombres –en este caso, de José- su obra, de
manera que, si no ponen obstáculos a las mociones con las que Él nos inspira, consigan
el mejor fin para ellos mismos.
Esto ocurre a diario: a ti, a mí y a
todos los hombres y mujeres de buena voluntad, el Ángel del Señor les sopla al
oído lo que sería mejor, según el plan amoroso de Dios en las distintas
circunstancias y, al hacerlo, de seguro, en el corto, mediano o largo plazo
redundará en cosas buenas, ya que «sabemos, además, que Dios dispone, todas las cosas para el bien de los que
lo aman, de aquellos que él llamó según su designio» (Rm 8,28).
Porque usas la bondad de los buenos para
que den a luz buenas obras, para el bien de todos. Gracias, Señor.
Llenos del gozo
de haber recibido la Buena Noticia de la Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.
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