10 de diciembre de 2012
Lunes de la Segunda Semana de
Adviento
Lecturas:
Isaías 35,
1-10 / Salmo 84, 9-14 Nuestro
Dios viene a salvarnos.
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 5, 17-26
Un día, mientras Jesús enseñaba, había entre
los presentes algunos fariseos y doctores de la Ley, llegados de todas las
regiones de Galilea, de Judea y de Jerusalén. La fuerza del Señor le daba poder
para curar. Llegaron entonces unas personas transportando a una paralítico
sobre una camilla y buscaban el modo de entrar, para llevarlo ante Jesús. Como
no sabían por dónde introducirlo a causa de la multitud, subieron a la terraza
y, desde el techo, lo bajaron con su camilla en medio de la concurrencia y lo
pusieron delante de Jesús.
Al ver su fe, Jesús le dijo: «Hombre, tus
pecados te son perdonados.»
Los escribas y los fariseos comenzaron a
preguntarse: «¿Quién es este que blasfema? ¿Quién puede perdonar los pecados,
sino sólo Dios?» Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: «¿Qué es lo
que están pensando? ¿Qué es más fácil decir: "Tus pecados están
perdonados", o "Levántate y camina"? Para que ustedes sepan que
el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo
al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vuelve a tu casa.»
Inmediatamente se levantó a la vista de
todos, tomó su camilla y se fue a su casa alabando a Dios. Todos quedaron
llenos de asombro y glorificaban a Dios, diciendo con gran temor: «Hoy hemos
visto cosas maravillosas.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
“Todos los hombres nacen libres e
iguales en dignidad y derechos”, comienza proclamando la Declaración Universal
de los Derechos Humanos, que se conmemoran este día. Para llegar a ese consenso
la humanidad tuvo que pasar por atrocidades escandalosas. Y, después de eso,
también hemos vividos atentados feroces a estos derechos.
Un hijo del Dios de la vida, seguidor
del Príncipe de la paz y la justicia y que, además, ha recibido por parte del
Espíritu Santo el derrame del amor en su corazón, debiese unirse a otros para
vencer los obstáculos y hacer llegar la sanación y la salvación a quien ha sido
paralizado por fuerzas oscuras y poderosas.
Eso, porque nosotros creemos que más
allá de esa declaración formal, todos los hombres y mujeres somos hijos del
mismo Dios, por tanto hermanos unos de otros. Lo que implica que no puede
sernos indiferente la suerte de los demás y, menos, si a mi hermano o hermana
es avasallado por el poder.
Ese es nuestro aporte para que sea
verdad que «El Amor y la Verdad se encontrarán, la Justicia y la Paz se
abrazarán; la Verdad brotará de la tierra y la Justicia mirará desde el cielo»
(Sal) porque, de esa manera se puede repetir: «digan a los que están
desalentados: “¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios!”» (1L) que actúa por
medio de los cristianos.
Tanto amaste, Padre, a la humanidad, que
entregaste a tu propio Hijo, que se hizo uno de los nuestros, para guiarnos en
el camino de la salvación. Te pedimos que, como aprendimos de Él, sepamos
cuidar y proteger la dignidad de cada persona, imagen y semejanza tuya, hoy y
siempre. Amén.
Buscando
convertirnos a la Paz, el Amor y la Alegría del Reino,
Miguel.
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