11 de diciembre de 2012
Martes de la Segunda Semana de
Adviento
Lecturas:
Isaías 40,
1-11 / Salmo 95, 1-3. 10-13 ¡El
Señor viene a gobernar la tierra!
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 18, 12-14
Jesús dijo a sus discípulos:
«¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien
ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no deja las noventa y nueve restantes en la
montaña, para ir a buscar la que se extravió? Y si llega a encontrarla, les
aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se
extraviaron. De la misma manera, el Padre que está en el cielo no quiere que se
pierda ni uno solo de estos pequeños.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
El Padre Bueno, que es Amor e inspira a
vivir en el amor (cf 1 Jn 4,16) no quiere que se pierda ninguna de sus
pequeñas criaturas, para lograr eso no ahorra esfuerzos ni medios, hasta el
extremo de entregar a su Hijo único (Jn 3,16-17), quien «habitó entre nosotros» (Jn 1,14).
Pero, en este espacio que media entre
aquel acontecimiento maravilloso y el tiempo en que «él viene a gobernar la tierra: él gobernará al mundo con justicia, y a
los pueblos con su verdad» (Sal), podemos escuchar
constantemente: «¡Consuelen, consuelen a
mi Pueblo, dice su Dios! […] anúncienle que su tiempo de servicio se ha
cumplido, que su culpa está paga […] Una voz dice: “¡Proclama!” […] levanta con
fuerza tu voz, tú que llevas la buena noticia a Jerusalén. Levántala sin temor,
di a las ciudades de Judá: “¡Aquí está su Dios!” Ya llega el Señor con poder y
su brazo le asegura el dominio: el premio de su victoria lo acompaña y su
recompensa lo precede. Como un pastor, él apacienta su rebaño, lo reúne con su
brazo; lleva sobre su pecho a los corderos y guía con cuidado a las que han
dado a luz» (1L).
Tú, yo y todo aquel que quiera ser fiel
al seguimiento del Señor, como respuesta a su amor por nosotros, debemos
sentirnos llamados a anunciar la ternura de Dios por los hombres, en este
período de Adviento y siempre.
Impulsa nuestro profetismo para anunciar
tu amor, misericordia y perdón por los demás cuando estemos entre las noventa y
nueve, Señor. Y, por las veces en que nos ha tocado ser la oveja perdida,
gracias por no dejar de buscarnos.
Buscando
convertirnos a la Paz, el Amor y la Alegría del Reino,
Miguel.
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