28 de diciembre de 2012
Los Santos Inocentes mártires
Lecturas:
I Juan 1, 5—2,
2 / Salmo 123, 2-8 Nuestra
vida se salvó como un pájaro de la trampa del cazador
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 2, 13-18
Después de la partida de los magos, el Ángel
del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a
su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes
va a buscar al niño para matarlo.»
José se levantó, tomó de noche al niño y a su
madre, y se fue a Egipto.
Allí permaneció hasta la muerte de Herodes,
para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta:
Desde Egipto llamé a mi hijo.
Al verse engañado por los magos, Herodes se
enfureció y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores
de dos años, de acuerdo con la fecha que los magos le habían indicado. Así se
cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Jeremías: En Ramá se oyó una
voz, hubo lágrimas y gemidos: es Raquel, que llora a sus hijos y no quiere que
la consuelen, porque ya no existen.
Palabra del Señor.
MEDITACION
En la historia hay muchos nombres
manchados de sangre; personas a las que el poder ciega y son capaces de cometer
atrocidades para mantener sus privilegios e imponer lo que creen o quieren
creer es lo mejor para los demás. Por eso, lamentablemente, siempre ha habido y
hay alguna «Raquel, que llora a sus hijos y no
quiere que la consuelen, porque ya no existen».
Y ¿dónde está Dios en todas estas
situaciones de dolor?.
Volviendo al misterio de Navidad que
hemos estado meditando, y recordando palabras suyas como: «No harás daño a la
viuda ni al huérfano. Si les haces daño y ellos me piden auxilio, yo escucharé
su clamor» (Ex 22,21-22), respondemos que Dios está en los que
sufren; para eso se encarnó en nuestra historia, para vivir radicalmente la
experiencia humana y, gracias a eso, para que podamos sentirnos bien
acompañados en los sufrimientos inevitables de la vida, porque «los poderosos
les hacen sentir su autoridad» (Mt 20,25).
Como «Dios
es luz, y en él no hay tinieblas» (1L), hoy y cada día optamos (activa y pasivamente) por estar del lado de esa
luz, que es la justicia, la libertad y la fraternidad con los sufrientes,
haciéndonos instrumentos de la intervención de Dios a favor de éstos, de manera
que puedan decir: «Si el Señor no hubiera
estado de nuestra parte, cuando los hombres se alzaron contra nosotros, nos
habrían devorado vivos. Nuestra ayuda está en el nombre del
Señor, que hizo el cielo y la tierra» (Sal); o, por el contrario, estamos junto a las tinieblas (cf Jn 1,5), que caracterizan al poder abusador, corruptor y aplastador de los
tiranos del mundo o, en otras palabras, contra Dios.
Líbranos, Señor, de hacer el mal a
nadie, o de hacernos cómplices de éste, por acción u omisión; y danos, más
bien, el valor para luchar contra los injustos y las injusticias, en tu Nombre,
Dios Justo y Compasivo. Amén.
Expectantes
ante la llegada del Dios de la Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.
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