Pertenecemos a la Parroquia Santo Cura de Ars, atendida pastoralmente por la Congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús (Dehonianos).

Nos ubicas en Pirámide 565, paradero 11 ½ de Santa Rosa. Comuna de San Miguel, Santiago de Chile.
Nuestras actividades se despliegan durante la semana; nuestra celebración dominical es a las 10:15. Bienvenid@s.





ATENCIÓN

A contar del 1 de Enero de 2013 las Meditaciones diarias del evangelio se encuentran en: http://pazamoryalegria.blogspot.com/

jueves, 27 de diciembre de 2012

Una familia como todas y una familia modelo


PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
30 de diciembre de 2012
La Sagrada familia de Jesús, María y José

Lecturas:
I Samuel 1, 20-22. 24-28 / Salmo 83, 2-3. 5-6. 9-10 ¡Señor, felices los que habitan en tu Casa! / I Juan 3, 1-2. 21-24

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     2, 41-52
Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua.
Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acababa la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él.
Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que los oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas.
Al ver, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: «Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados».
Jesús les respondió: «¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?». Ellos no entendieron lo que les decía.
Él regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia, delante de Dios y de los hombres.
Palabra del Señor.

MEDITACION
Juan proclama con asombrada alegría: «¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente.» (1L). Alegría que se manifiesta en que son «¡Felices los que habitan en tu Casa y te alaban sin cesar!» (Sal), como lo son María y José, quienes, pese a que como fieles israelitas sienten que Jesús «para toda su vida queda cedido al Señor»(1L), no logran entender cuando éste, respondiendo a su vocación, explica por qué se había quedado en el Templo, diciendo: «¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?». Sin embargo, con la alegría de ser familia, demuestran su amor en el respeto por sus opciones y meditando qué relación tienen éstas con la pertenencia a la familia de Dios.
Cuando aún celebramos el periodo de Navidad, se nos invita a la Fiesta de la Sagrada Familia para meditar en el misterio del Hijo de Dios que no aterriza en la tierra en una nave espacial, o aparece ya adulto entre nosotros, sino que escoge nacer en una familia,  la familia de María y de José. Una familia como muchas, con grandes problemas: dudas sobre la paternidad, con las dificultades de la pobreza, nacimiento en un establo, persecución y destierro a Egipto, vuelta a Nazaret y búsqueda de un nuevo trabajo…una familia que, como la nuestra, también vivió sus sobresaltos y sorpresas.
Es que Dios se sirve de nosotros para concretar la historia de salvación. Dios se sirvió de María y de José, de una familia de tantas, para criar y educar a su hijo Jesús. Y también se sirve de ti y de mí para criar y educar a sus otros hijos, tus hijos, los hijos del Padre de Todos: el Padre Nuestro.
Hoy nos muestra en la Sagrada Familia un ideal de felicidad, que –como todos los ideales- no es fácilmente alcanzable, pero mientras más nos acercamos a él, mejor nos sentimos.
Veamos el “modelo” que nos propone el texto de hoy: «Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua». Imaginemos a Jesús feliz, mirando y admirándolo todo en la casa de Dios. Y fue allí que se quedó sin permiso de sus padres.
Se nos relata después el primer diálogo entre él y sus padres que recoge el Evangelio:
Su madre le plantea: «¿Por qué nos has hecho esto?... te buscábamos angustiados» y él, sorprendentemente responde: «¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?». María y José no comprendieron lo que acababa de decirles. Sin embargo, respetan en su hijo la vocación que descubren en él. Y esto es algo muy valioso para cada una de nuestras familias: la educación de los hijos debe partir el respeto o no llevará a la compresión y el amor.
Por su lado, Jesús, en adelante, acató su papel en aquella familia y «regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos», obedeciendo el mandamiento de  “honrar al padre y a la madre”, de tal forma que provocaba la admiración de la gente y el cariño de Dios.
Una puntualización muy importante: dijimos que la familia de Nazareth era un ideal. Pero esto no es así porque está conformada por padre, madre e hijo, ya que sabemos bien que existen distintos tipos de familias. El verdadero ejemplo que nos propone este evangelio no tiene que ver con las formas (quienes la componen), sino con lo más profundo: en las familias, como la de María, José y Jesús, debe reinar el respeto y el amor.
¿Qué pistas nos da este texto para hacer nuestro proyecto de vida familiar en el nuevo año que está a punto de comenzar?

Que seamos en nuestras familias como esperas de nosotros, Señor. Y que actuemos según tus inspiraciones en las relaciones dentro de la familia humana. Así sea.

Disfrutando del regalo de pertenecer a la familia del Dios de la Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.

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