8 de noviembre de 2012
Jueves de la Trigésima Primera
Semana Durante el Año
Inicio del Mes de María
Lecturas:
Filipenses 3, 3-8
/ Salmo 104, 2-7 Alégrense, los que buscan al Señor.
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 15, 1-10
Todos los publicanos y pecadores se acercaban
a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo:
«Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo entonces esta parábola: «Si
alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en
el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la
encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa
llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque
encontré la oveja que se me había perdido."
Les aseguro que, de la misma manera, habrá
más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y
nueve justos que no necesitan convertirse.»
Y les dijo también: «Si una mujer tiene diez
dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con
cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas,
y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había
perdido."
Les aseguro que, de la misma manera, se
alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Ayer hablábamos de la alegría de amar y
ser discípulos. Nunca será suficiente tener presente esta dimensión de nuestra
fe, sobre todo con tanta carga de dolor que tenemos en nuestra forma de expresarla,
que parece estar más enfocada en el Jesús de la cruz que en el Señor victorioso
y resucitado.
Hoy, nuestro Maestro vuelve a proclamar
su gozo, para que lo hagamos nuestro, contándonos de la alegría que se produce
en el cielo por cada conversión, de la alegría de quienes ofrecen «un culto inspirado en el Espíritu de Dios»
(1L), de la alegría de «los que buscan al Señor» (Sal)…
En fin, la nuestra debiese ser la
religión de la alegría. Si no lo es, algo anda mal en nuestra concepción de
nuestro Dios. Más aún, esa alegría debe ser contagiosa. Hoy, que en nuestro
país comenzamos el Mes de María, recordemos que cuando visitaba a su prima,
ella le cuenta que «Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno» (Lc 1,44) y posteriormente la Virgen canta: «mi espíritu se estremece de gozo en
Dios, mi Salvador» (Lc 1,47).
Recordando las maravillas que has obrado
en nosotros, Señor, tus portentos y los juicios de tu boca, nos estremecemos de
gozo por tu presencia permanente y plenificante en nuestras vidas. Gracias,
Señor.
Intentando
llenar de Paz, Amor y Alegría nuestras relaciones con Dios y los hermanos,
Miguel.
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