7 de noviembre de 2012
Miércoles de la Trigésima Primera
Semana Durante el Año
Lecturas:
Filipenses 2, 12-18
/ Salmo 26, 1. 4. 13-14 El Señor es mi luz y mi salvación.
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 14, 25-33
Junto con Jesús iba un gran gentío, y él,
dándose vuelta, les dijo: «Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su
padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y
hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz
y me sigue, no puede ser mi discípulo.
¿Quién de ustedes, si quiere edificar una
torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué
terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos
los que lo vean se rían de él, diciendo: "Este comenzó a edificar y no
pudo terminar."
¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra
otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar
al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey
está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz.
De la misma manera, cualquiera de ustedes que
no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Solemos responder claramente que somos
“católicos” o “cristianos” cuando se nos pregunta por nuestra identidad
religiosa, pero ¿hacemos, de vez en cuando, el ejercicio de calcular si tenemos
lo suficiente para “trabajar por nuestra salvación” (1L)?. Esto, teniendo presente que cada uno de nosotros puede decir «El Señor es mi luz y mi salvación […] El
Señor es el baluarte de mi vida» (Sal), pero nos falta dar
el paso siguiente: ser discípulos suyos.
Frente a este desafío planteado en el
evangelio de hoy, habitualmente se hace énfasis en los sacrificios que conlleva
(una especie de abandono de los demás por Él, además de la torturante imagen de
“cargar la cruz”), con lo que se le da un tinte tan oscuro que se entiende que
muy pocos anhelen seguir a este Señor.
Pero, si tomamos en cuenta el centro de
su mensaje, que meditábamos el Domingo reciente, el amor, podemos entender de
otra manera estas palabras y encontrar en ellas el gozo de vivir que transmitía
Jesús.
Amarlo más que a cualquier relación
humana es amar a Dios «con todo tu corazón y con toda tu
alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas» (Mc 12,30) y cargar la cruz es vencer el egoísmo
que pretende amarrar nuestras manos y pies para evitar que amemos al prójimo
tanto como nos amamos a nosotros mismos (cf Mc 12,31).
Se dice que el amor es lo único que
aumenta mientras más se da. Esa es la fuente de la felicidad que quiere
descubrirnos el Señor, la que han hecho suya gente como el Padre Hurtado y la
Madre Teresa, por ejemplo y muchos otros más en forma anónima y a los que
celebramos el viernes reciente.
Contágianos tu manera de amar, Señor,
para encontrar la verdadera felicidad, esa que no nos será quitada. Así sea.
Intentando
llenar de Paz, Amor y Alegría nuestras relaciones con Dios y los hermanos,
Miguel.
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