29 de octubre de 2012
Lunes de la Trigésima
Semana Durante el Año
Lecturas:
Efesios 4,
32—5, 8 / Salmo 1, 1-4. 6 Tratemos de imitar a Dios, como hijos suyos
muy queridos.
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 13, 10-17
Un sábado, Jesús enseñaba en una
sinagoga. Había allí una mujer poseída de un espíritu, que la tenía enferma
desde hacía dieciocho años. Estaba completamente encorvada y no podía
enderezarse de ninguna manera. Jesús, al verla, la llamó y le dijo: «Mujer,
estás curada de tu enfermedad», y le impuso las manos.
Ella se enderezó en seguida y
glorificaba a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había
curado en sábado, dijo a la multitud: «Los días de trabajo son seis; vengan
durante esos días para hacerse curar, y no el sábado.»
El Señor le respondió: «¡Hipócritas!
Cualquiera de ustedes, aunque sea sábado, ¿no desata del pesebre a su buey o a
su asno para llevarlo a beber? Y esta hija de Abraham, a la que Satanás tuvo
aprisionada durante dieciocho años, ¿no podía ser librada de sus cadenas el día
sábado?»
Al oír estas palabras, todos sus
adversarios se llenaron de confusión, pero la multitud se alegraba de las
maravillas que él hacía.
Palabra del Señor.
MEDITACION
En su pedagogía progresiva, Dios impuso
a su pueblo un día obligatorio de descanso, el shabbath o sábado en nuestro
idioma, para evitar el embrutecimiento de trabajar sin descanso. Y, como
evidentemente no existían leyes sociales ni el concepto de dignidad de la
persona en aquel tiempo, lo enseñó como el mandamiento más sagrado, el que lo
honraba a Él mismo, con lo que se demuestra, una vez más, la honda preocupación
y ocupación que tiene por nosotros.
El problema es que se fue sacralizando
cada vez más ese día, de manera que se fue llenando de restricciones y
prohibiciones, con el resultado de que Jesús debió puntualizar que «El sábado
ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado» (Mc 2,27), es
decir respetar la dignidad humana es respetar a Dios.
Y esa gente tan piadosa podía ver ¡18
años! a una persona sufriendo, pero cuando es liberada por fin se indignan por
la supuesta infracción en vez de alegrarse por la persona.
¿Sucederá algo así con nosotros? ¿nos
habremos acostumbrado también a los pobres y sufrientes, olvidándonos que son
hijos del mismo Dios que nosotros? Y, peor aún, personalmente o como
comunidades, ¿realizaremos oraciones, liturgias y otras piedades haciendo
exclusión de esas tristes y dolorosas situaciones?
Que venza en nosotros la alegría por las
maravillas que haces y puedes seguir haciendo por sobre el peso de los ritos,
Señor.
Permitiendo que
la fe en el Señor de la Paz, el Amor y la Alegría haga grandes cosas por
nosotros,
Miguel.
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