27 de octubre de 2012
Sábado de la Vigésimo Novena
Semana Durante el Año
Lecturas:
Efesios 4, 7-16
/ Salmo 121, 1-5 Vamos con alegría a la Casa del Señor.
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 13, 1-9
En ese momento se presentaron unas personas
que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló
con la de las víctimas de sus sacrificios. El respondió:
«¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron
todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si
ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las
dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más
culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si
ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera.»
Les dijo también esta parábola: «Un hombre
tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró.
Dijo entonces al viñador: "Hace tres años que vengo a buscar frutos en
esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?"
Pero él respondió: "Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra
alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no,
la cortarás."»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Consciente e inconscientemente creemos
que hay algunos «más pecadores que los demás».
Y eso puede deberse a que asociamos la
palabra “pecar” con cometer un delito –casos en que la sociedad, representada
por sus legisladores, determina que hay unos más graves que otros-, siendo más
bien el pecado toda acción que nos aleja del amor de Dios, mal aprovechando el
don que cada cual ha recibido (1L) para que podamos servir mejor a los
demás; en esa perspectiva todos son igual de graves, ya que tienen la misma
consecuencia .
Pero además sólo hay uno que es
imperdonable, el “pecado contra el Espíritu Santo”, el que también hemos dicho
que es la rebeldía y la cerrazón a la acción de Dios en nuestra vida y
pretender negar la evidencia de su amor en nosotros y en toda la creación.
El llamado de Jesús hoy, para poder
sentir la alegría de ir a la Casa del Señor (Sal), parece ser que nos
convirtamos todos, sin excepción, y que nos apoyemos mutuamente en este caminar,
para no «malgastar la tierra» y dar «frutos en adelante».
Así debe ser porque somos hermanos,
porque somos todos pecadores, porque así lo quiere el Señor.
Perdón, Señor, por fallar tan seguido en
amar de la manera que esperas y como alienta desde nuestro interior tu
Espíritu. Gracias, Señor, por continuar removiendo la tierra y abonándola para
que mejoren nuestros frutos.
Con Paz, Amor y
Alegría, aprendiendo a servir del más grande y trascendente Servidor,
Miguel.
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