10 de octubre de 2012
Miércoles de la Vigésimo Séptima Semana
Durante el Año
Lecturas:
Gálatas
2, 1-2. 7-14 / Salmo 116, 1-2 Vayan por el mundo, anuncien la Buena Noticia.
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Lucas 11, 1-4
Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando
terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, así como Juan
enseñó a sus discípulos.»
El les dijo entonces: «Cuando oren, digan: Padre,
santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, danos cada día nuestro pan
cotidiano; perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a
aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Orar es conversar con Dios. Ni más, ni menos.
No es más, en el sentido de usar muchas palabras
inútiles (Mt 6,7) o de agregarle gestos y ritos que no aportan al buen diálogo.
Por eso Jesús, en la versión que nos trae Lucas –más corta que la de Mateo
(6,9-13)- enseña lo esencial:
·
«digan: Padre», es decir, recuerden a quién se están
dirigiendo, no es un “qué”, un Dios cosa del que se obtienen objetos, sino un
Dios Padre, con entrañas de madre (Sal 103,13; Is 66,13), preocupado de la más
mínima necesidad y de cada dolor de sus hijos, «porque es inquebrantable su
amor por nosotros, y su fidelidad permanece para siempre» (Sal);
·
continúa «santificado sea tu Nombre», Él que ya es santo,
es santificado cuando se logra que «¡Alaben al Señor, todas las naciones, glorifíquenlo,
todos los pueblos! » (Sal);
·
después, el centro de la plegaria, lo que compromete
nuestra vida «que venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano;
perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos
ofenden», y es que el Reino se hace presente cuando vivimos
en unidad y armonía, de esa manera a nadie le falta el pan ni el perdón;
·
y, por último «no nos dejes caer en la tentación», ya que la tentación
es como la fuerza de gravedad para nuestra naturaleza enferma y el médico que
tiene el poder de auxiliarnos es el mismo Dios y nadie más.
Pero, como decíamos, tampoco es nada menos que
conversar con Él, por eso es necesario afirmar que no es orar repetir rezos con
la cabeza puesta en otras preocupaciones; no es orar decir tanta palabra bella
y vivir todo lo contrario; no es orar pretender usar la oración como artículo
de magia o superstición; no es orar pretender imponerle nuestra voluntad al
Señor en vez de acoger lo que nos envíe. En fin, tratando de ir a la esencia de
la Palabra,
podemos resumir diciendo que no es orar actuar en contraposición a la enseñanza
del Maestro y no creer que Dios es Padre, no buscar santificar su Nombre ni
trabajar por que se establezca su Reino entre nosotros y no confiar en que Él
es nuestro auxilio en los caminos de la vida.
Enséñanos a orar, Señor. Como tú. Y como tú
quisieras que oremos. Guíanos en este largo caminar hacia lograr cada vez más
una mejor comunicación contigo que produzca buenos frutos en nuestra vida y la
de los que nos rodean. Así sea.
Tratando de
vencer la dureza de corazón para acoger su plan original de Paz, Amor y Alegría,
Miguel.
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