Pertenecemos a la Parroquia Santo Cura de Ars, atendida pastoralmente por la Congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús (Dehonianos).

Nos ubicas en Pirámide 565, paradero 11 ½ de Santa Rosa. Comuna de San Miguel, Santiago de Chile.
Nuestras actividades se despliegan durante la semana; nuestra celebración dominical es a las 10:15. Bienvenid@s.





ATENCIÓN

A contar del 1 de Enero de 2013 las Meditaciones diarias del evangelio se encuentran en: http://pazamoryalegria.blogspot.com/

viernes, 19 de octubre de 2012

La misteriosa grandeza de la libertad personal



19 de octubre de 2012
Viernes de la Vigésimo Octava Semana Durante el Año

Lecturas:
Efesios 1, 11-14 / Salmo 32, 1-2. 4-5. 12-13 ¡Feliz el pueblo que el Señor se eligió como herencia!

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     12, 1-7
Se reunieron miles de personas, hasta el punto de atropellarse unos a otros. Jesús comenzó a decir, dirigiéndose primero a sus discípulos: «Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. No hay nada oculto que no deba ser revelado, ni nada secreto que no deba ser conocido. Por eso, todo lo que ustedes han dicho en la oscuridad, será escuchado en pleno día; y lo que han hablado al oído, en las habitaciones más ocultas, será proclamado desde lo alto de las casas.
A ustedes, mis amigos, les digo: No teman a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más. Yo les indicaré a quién deben temer: teman a aquel que, después de matar, tiene el poder de arrojar a la Gehena. Sí, les repito, teman a ese.
¿No se venden acaso cinco pájaros por dos monedas? Sin embargo, Dios no olvida a ninguno de ellos. Ustedes tienen contados todos sus cabellos: no teman, porque valen más que muchos pájaros.»
Palabra del Señor.

MEDITACION
Los bautizados hemos «sido marcados con un sello por el Espíritu Santo prometido» (1L), lo que significa que somos de su propiedad, tanto que Él mismo hace morada en nosotros (1 Co 3,16-17; 2 Co 6,16).
Habitados por el mismo Dios, entonces, debe resaltar en nosotros la imagen y semejanza suya. De tal manera que si «él obra siempre con lealtad; él ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena de su amor» (Sal), similar debe ser nuestro actuar.
Ser leales, ¿a quién? A Dios, que es fiel con nosotros (cf 1 Tes 5,24) y a los hombres y mujeres, nuestros hermanos, haciendo concreto nuestro amor por la justicia y el derecho, corrigiendo nuestras faltas al respecto, pero también trabajando para que estos valores resplandezcan en nuestra sociedad, porque así nuestro mundo se llena de su amor.
Claro que, quien vive de esa manera, debe sufrir persecución de parte de los injustos y los que, por conveniencia personal tuercen el derecho a su favor, tal como le sucedió a nuestro propio Señor y modelo, pero Él mismo nos alienta: «No teman a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más», lo que nos recuerda que nuestra alma es eterna.
Pero, a la vez, el Maestro nos hace una advertencia: «[en cambio] teman a aquel que, después de matar, tiene el poder de arrojar a la Gehena» (lo contrario al Reino). ¿Quién tiene ese poder, que hay que temerlo? Antes de responderlo, recordemos una reflexión de Santa Teresa Benedicta de la Cruz:  “La misteriosa grandeza de la libertad personal, estriba en que Dios mismo se detiene ante ella y la respeta. Dios no quiere ejercer su dominio sobre los espíritus creados, sino como una concesión que estos les hacen por amor. Ahora bien, si Dios omnipotente actúa así, es decir, sujetando su designio inmutable -creador- a la libre voluntad del ser humano, eso significa que la libertad es algo muy serio”. Es decir, como somos libres, somos nosotros mismos quienes nos auto arrojamos a la Gehena o nos auto expulsamos del Reino, como también meditábamos el lunes pasado. ¿De qué manera hacemos esto?. Cuando no aceptamos las motivaciones del Espíritu que habita en nosotros: «Si antes entregaron sus miembros, haciéndolos esclavos de la impureza y del desorden hasta llegar a sus excesos, pónganlos ahora al servicio de la justicia para alcanzar la santidad» (Rm 6,19)

Permite, Señor, que nuestra dureza de corazón no bloquee las mociones de tu Espíritu en nosotros, para que nuestra forma de vivir manifieste a nuestros hermanos todo tu amor por ellos. Así sea.

En busca de liberarse de lo que impide seguirlo hacia el Reino de Paz, Amor y Alegría,
Miguel.

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