28 de octubre de 2012
Trigésimo Domingo Durante el Año
PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
Lecturas:
Jeremías 31, 7-9
/ Salmo 125, 1-6 ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros!
/ Hebreos 5, 1-6
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 10, 46-52
Cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran
multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al
camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar:
«¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!» Muchos lo reprendían para que se
callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten piedad de mí!»
Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo».
Entonces llamaron al ciego y le dijeron: «¡Animo, levántate! Él te
llama».
Y
el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia Él. Jesús
le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?»
Él
le respondió: «Maestro, que yo pueda ver».
Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». En seguida comenzó a ver y
lo siguió por el camino.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Jesús es la encarnación de la Palabra «El Señor ha salvado a su pueblo» (1L; ver Mt 1,21). Además es la forma concreta en que «¡El
Señor hizo por ellos grandes cosas!» (Sal). También sabemos que
a Él se refiere Dios cuando dice: «Tú
eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy» (2L). Con todas esas
“credenciales” corresponde confiar cuando se nos diga: «¡Animo, levántate! Él te llama»
y seguirlo alegres por el camino.
El episodio de Bartimeo es una buena
conclusión-resumen del camino hacia Jerusalén que nos viene relatando Marcos en
estos últimos Domingo.
Jesús había cuestionado a sus discípulos
diciéndoles: «Ustedes tienen la mente enceguecida. Tienen ojos y no ven, oídos
y no oyen» (Mc 8,17c-18a). Esto queda más en evidencia cuando alguien
con ceguera física le basta oír «que
pasaba Jesús, el Nazareno» para reconocer en Él al «Hijo
de David» y entender que debía acogerse a su
misericordia: «¡ten piedad de mí!».
Acababa de haberles enseñado a ellos mismos que
debían hacerse servidores de los demás (ver Domingo anterior),
pero en la primera oportunidad que tuvieron, se sintieron molestos con los
requerimientos del mendigo ciego –es decir, doblemente
marginado- y «lo reprendían para que se callara».
Poco antes habían presenciado el llamado
estéril a una persona para que se hiciese seguidor suyo, liberándose antes de
las posesiones que lo limitaban; Bartimeo sí que dejó de lado todo lo que
poseía: su manto, que era su frazada para la noche, su abrigo para el frío y su
recipiente para la limosna.
Los hijos del trueno cuando les preguntó
«¿Qué quieren que haga por ustedes?» (Mc 10,36), le pidieron poder y
autoridad; el hijo de Timeo pidió poder ver, situación semejante a la de Salomón, cuando «Dios le dijo: “Pídeme lo que quieras”»
y él pidió sabiduría (1 Re 3,5-10). Un apóstol dirá: «piden
y no reciben, porque piden mal» (Stg 4,3)… Por eso, Jesús le dice:
«tu fe te ha salvado»
Y así fue como quien «estaba sentado junto al camino» pasó a
ser quien «lo siguió por el camino».
Es buen momento para mirar cómo ha sido nuestro recorrido de fe hasta hoy y
hacer las correcciones correspondientes.
Gracias, Señor, por tu invitación
permanente a levantarnos e ir hacia ti, para, al recobrar la vista a las cosas
trascendentes, seguirte por el camino del Reino. ¡Grandes cosas hizo el Señor
por nosotros y estamos rebosantes de alegría!. Gracias, Señor.
Permitiendo que
la fe en el Señor de la Paz, el Amor y la Alegría haga grandes cosas por
nosotros,
Miguel.
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