16 de octubre de 2012
Martes de la Vigésimo Octava Semana Durante el
Año
Lecturas:
Gálatas
5, 1-6 / Salmo 118, 41. 43-45. 47-48 Que llegue hasta mí tu misericordia, Señor.
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Lucas 11, 37-41
Cuando terminó de hablar, un fariseo lo invitó a cenar a su
casa. Jesús entró y se sentó a la mesa. El fariseo se extrañó de que no se
lavara antes de comer.
Pero el Señor le dijo: «¡Así son ustedes, los fariseos!
Purifican por fuera la copa y el plato, y por dentro están llenos de voracidad
y perfidia. ¡Insensatos! El que hizo lo de afuera, ¿no hizo también lo de
adentro? Den más bien como limosna lo que tienen y todo será puro.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Parece que el fariseísmo está muy arraigado entre
nosotros. ¿O no tenemos todos algo (o mucho) de aquello de purificar «por fuera la copa y el plato», sin la misma dedicación por lo interior?.
Especialmente en lo relativo a la fe, ¿cuánto de nuestro tiempo dedicamos a
diversas devociones, que pueden ser sinónimo de purificación externa, y cuánto
hacemos para que se refleje lo puro que llevamos dentro, mediante «la fe que obra por medio del amor» (1L)?.
Nos ayudará tener siempre presente la Palabra «yo
quiero amor y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos» (Os 6,6). Un adecuado
conocimiento, si hemos escuchado a su Hijo, nos revelaría que Él no necesita
ninguno de nuestros sacrificios, mandas o cultos, sino más bien quiere de aquel
que busca “poner su esperanza en los juicios del Señor” (Sal) que comprenda que se identifica
plenamente con los necesitados, por lo que si buscamos agradarlo, -o, en
términos bíblicos: para encontrar la auténtica pureza que le agrada- el mensaje
de Jesús es: «den más bien como limosna
lo que tienen y todo será puro».
Es decir, compartir, dar, despojarse. Eso nos pone
en la misma línea con lo que meditábamos el reciente Domingo acerca de
liberarse de lo que nos impide entregarnos con amor, especialmente lo material.
Para que penetre profundamente en nosotros su
mensaje, hagamos nuestra las palabras del Salmo de hoy: «Elevaré mis manos
hacia tus mandamientos
y meditaré en tus preceptos».
Nos deleitaremos en tus mandamientos, que amamos
tanto, Señor, porque sabemos que si vienen de ti, sólo es por nuestro bien y el
de todos los hombres y mujeres, nuestros hermanos y tus hijos. Gracias, Señor.
En busca de
liberarse de lo que impide seguirlo hacia el Reino de Paz, Amor y Alegría,
Miguel.
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