3 de septiembre de 2012
Lunes de la Vigésimo Segunda
Semana Durante el Año
Lecturas de
hoy:
I Corintios
2,1-5 / Salmo 118, 97-102 ¡Señor, cuánto amo tu ley!
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 4,
16-30
Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró
como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le
presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde
estaba escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado
por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia los pobres, a anunciar la
liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los
oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.
Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó.
Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles:
«Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír.»
Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de
admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es
este el hijo de José?»
Pero él les respondió: «Sin duda ustedes me citarán el
refrán: "Médico, cúrate a ti mismo." Realiza también aquí, en tu
patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaúm.»
Después agregó: «Les aseguro que ningún profeta es bien
recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el
tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo
y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado
Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. También había muchos
leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue
curado, sino Naamán, el sirio.»
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga
se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un
lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención
de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Septiembre es el Mes de la Biblia, porque en este mes,
el día 26 en el año 1569 se terminó de
imprimir la primera versión traducida al español por Casiodoro de Reina, un
teólogo luterano, la que revisada por Cipriano de Valera, unas décadas después,
es la más usada por el mundo evangélico aún hoy. Gracias a Dios por este
esfuerzo que hizo posible que llegara su Palabra por primera vez a quienes
hablamos esta lengua.
Pero ni esa ni ninguna de las múltiples iniciativas
que se han llevado a cabo, tienen sentido si no se aprovecha y se le da toda la
trascendencia que tiene la afirmación del Señor: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de
oír». Todos los “hoy” se cumple y se hace vigente lo que transmite
la Biblia, «para que ustedes no basaran su fe en la
sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios» (1L) y para que podamos decir
también «Yo aparto mis pies del mal
camino, para cumplir tu palabra» (Sal).
Como vemos, el Maestro se aplica a sí mismo una
profecía mesiánica (Is 61,1-2) y para rebatir a sus contradictores usa el ejemplo
de la viuda (1 Rey 17,7-16) y del leproso (2 Rey 5), tomados de lo que
para nosotros es el Antiguo Testamento y para él era el único Libro Sagrado que
había.
Siguiendo su ejemplo, debiésemos aprovechar este mes
para comenzar o mejorar el acercamiento a la Palabra Sagrada.
Por cierto, leyéndola –ojalá a diario- pero también buscando personas sabias y
calificadas para que nos guíen en la comprensión de esa Palabra (cf. Hch 8,30-31), porque si bien es
inspirada por Dios (2 Tim 3,15-17), ya sabemos que también se la hace decir
barbaridades, dependiendo de los interpretadores.
Haz que nos acerquemos a tu Palabra, Padre bueno,
para que sintamos como el salmista «¡Cuánto
amo tu ley, todo el día la medito!» y que eso se traduzca en una forma de
vivir que nos asemeje a tu Hijo en hacer tu voluntad. Que el Espíritu Santo nos
guíe en este caminar. Amén.
Con Paz, Amor y
Alegría para entrar en comunión con Dios,
Miguel.
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