1 de septiembre de 2012
Sábado de la Vigésimo Primera
Semana Durante el Año
Lecturas de hoy:
I
Corintios 1, 26-31
/ Salmo 32, 12-13.
18-21 ¡Feliz el pueblo que el Señor se
eligió como herencia!
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Mateo 25, 14-30
Jesús dijo a sus discípulos esta
parábola:
El Reino de los Cielos es también como
un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus
bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a
cada uno según su capacidad; y después partió.
En seguida, el que había recibido
cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma
manera, el que recibió dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo
un pozo y enterró el dinero de su señor.
Después de un largo tiempo, llegó el
señor y arregló las cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco
talentos se adelantó y le presentó otros cinco. «Señor, le dijo, me has
confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado.» «Está bien,
servidor bueno y fiel, le dijo su señor, ya que respondiste fielmente en lo
poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor.»
Llegó luego el que había recibido dos
talentos y le dijo: «Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros
dos que he ganado.» «Está bien, servidor bueno y fiel, ya que respondiste
fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de
tu señor.»
Llegó luego el que había recibido un
solo talento. «Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde
no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a
enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!»
Pero el señor le respondió: «Servidor
malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no
he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi
regreso, lo hubiera recuperado con intereses.
Quítenle el talento para dárselo al
que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que
no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este
servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Seguimos recibiendo señas acerca de la
forma de optar por la luz de Reino. Hoy, el Señor apunta a la manera como
desarrollamos nuestros talentos, los cuales hemos recibido por gracia
absolutamente inmerecida, «a fin de que,
como está escrito: El que se gloría, que se gloríe en el Señor» (1L; cf Lc 17,10), porque «él es nuestra ayuda y
nuestro escudo» (Sal).
Le pediremos auxilio a nuestro Santo
Padre para descubrir qué significa esto:
“El ‘talento’ era una antigua moneda
romana, de gran valor, y precisamente a causa de la popularidad de esta
parábola se ha convertido en sinónimo de dote personal, que cada uno está
llamado a hacer fructificar. […].
El hombre de esta parábola representa a
Cristo mismo; los siervos son los discípulos; y los talentos son los dones que
Jesús les encomienda. Por tanto, estos dones, no sólo representan las
cualidades naturales, sino también las riquezas que el Señor Jesús nos ha
dejado como herencia para que las hagamos fructificar: su Palabra, depositada
en el santo Evangelio; el Bautismo, que nos renueva en el Espíritu Santo; la
oración —el ‘padrenuestro’— que elevamos a Dios como hijos unidos en el Hijo;
su perdón, que nos ha ordenado llevar a todos; y el sacramento de su Cuerpo
inmolado y de su Sangre derramada. En una palabra: el reino de Dios, que es él
mismo, presente y vivo en medio de nosotros.
Este es el tesoro que Jesús encomendó a
sus amigos al final de su breve existencia terrena. La parábola de hoy insiste
en la actitud interior con la que se debe acoger y valorar este don. La actitud
equivocada es la del miedo: el siervo que tiene miedo de su señor y teme su
regreso, esconde la moneda bajo tierra y no produce ningún fruto. Esto sucede,
por ejemplo, a quien, habiendo recibido el Bautismo, la Comunión y la
Confirmación, entierra después dichos dones bajo una capa de prejuicios, bajo
una falsa imagen de Dios que paraliza la fe y las obras, defraudando las
expectativas del Señor.
Pero la parábola da más relieve a los
buenos frutos producidos por los discípulos que, felices por el don recibido,
no lo mantuvieron escondido por temor y celos, sino que lo hicieron
fructificar, compartiéndolo, repartiéndolo. Sí; lo que Cristo nos ha dado se
multiplica dándolo. Es un tesoro que hemos recibido para gastarlo, invertirlo y
compartirlo con todos, como nos enseña el apóstol san Pablo, gran administrador
de los talentos de Jesús.
La enseñanza evangélica que la liturgia
nos ofrece hoy ha influido también en el plano histórico-social, promoviendo en
las poblaciones cristianas una mentalidad activa y emprendedora. Pero el
mensaje central se refiere al espíritu de responsabilidad con el que se debe
acoger el reino de Dios: responsabilidad con Dios y con la humanidad.
La Virgen María, que, al recibir el don
más valioso, Jesús mismo, lo ofreció al mundo con inmenso amor, encarna
perfectamente esta actitud del corazón. Pidámosle que nos ayude a ser ‘siervos
buenos y fieles’, para que podamos participar un día en ‘el gozo de nuestro
Señor’”. (Benedicto XVI, Angelus 16/11/2008).
Con Paz, Amor y
Alegría optando por la luz del Reino,
Miguel.
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