Pertenecemos a la Parroquia Santo Cura de Ars, atendida pastoralmente por la Congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús (Dehonianos).

Nos ubicas en Pirámide 565, paradero 11 ½ de Santa Rosa. Comuna de San Miguel, Santiago de Chile.
Nuestras actividades se despliegan durante la semana; nuestra celebración dominical es a las 10:15. Bienvenid@s.





ATENCIÓN

A contar del 1 de Enero de 2013 las Meditaciones diarias del evangelio se encuentran en: http://pazamoryalegria.blogspot.com/

lunes, 17 de septiembre de 2012

Rememorando el itinerario eucarístico



17 de septiembre de 2012
Lunes de la Vigésimo Cuarta Semana Durante el Año

Lecturas de hoy:
I Corintios 11, 17-26. 33 / Salmo 39, 7-10. 17  Proclamen la muerte del Señor, hasta que él vuelva.

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     7, 1-10
Cuando Jesús terminó de decir todas estas cosas al pueblo, entró en Cafarnaún. Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho. Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que viniera a curar a su servidor.
Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: «El merece que le hagas este favor, porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga.»
Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó decir por unos amigos: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa; por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque yo -que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis órdenes- cuando digo a uno: " Ve", él va; y a otro: "Ven", él viene; y cuando digo a mi sirviente: "¡Tienes que hacer esto!", él lo hace.»
Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, dijo: «Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe.»
Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano.
Palabra del Señor.

MEDITACION
Las lecturas de la liturgia de hoy nos permiten remitirnos a nuestra Eucaristía.
Con la procesión de entrada decimos: «Tú no quisiste víctima ni oblación; pero me diste un oído atento; no pediste holocaustos ni sacrificios, entonces dije: “Aquí estoy”» (Sal).
En los ritos iniciales, hacemos examen de conciencia: «Cuando se reúnen, lo que menos hacen es comer la Cena del Señor, porque apenas se sientan a la mesa, cada uno se apresura a comer su propia comida, y mientras uno pasa hambre, el otro se pone ebrio. ¿Acaso no tienen sus casas para comer y beber? ¿O tan poco aprecio tienen a la Iglesia de Dios, que quieren hacer pasar vergüenza a los que no tienen nada?» (1L). Y pedimos perdón.
Luego cantamos el Gloria:.«Proclamé gozosamente tu justicia en la gran asamblea; no, no mantuve cerrados mis labios, tú lo sabes, Señor» (Sal). 
Inmediatamente después reconocemos que «En el libro de la Ley está escrito lo que tengo que hacer: yo amo, Dios mío, tu voluntad, y tu ley está en mi corazón.» (Sal). Vivimos  la Liturgia de la Palabra.
Y llegamos a la “fuente y cima de toda la vida cristiana” (Lumen Gentium 11): «Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía.” De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memora mía.” Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva.» (1L). A la que nos enfrentamos humildemente: «no soy digno de que entres en mi casa […] Basta que digas una palabra»
Después brota la alabanza agradecida de nuestros labios: «Que se alegren y se regocijen en ti todos los que te buscan, y digan siempre los que desean tu victoria: “¡Qué grande es el Señor!”» (Sal).
Y ojalá que la hayamos vivido con tanta devoción que salgamos llenos de deseos por vivir lo celebrado y transmitirlo con nuestro servicio a los demás, de tal manera que recibamos la alabanza del Señor: «Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe.»

Señor Jesús: Nos presentamos ante ti sabiendo que nos llamas y que nos amas tal como somos. Tu presencia en la Eucaristía ha comenzado con el sacrificio de la última cena y continúa como comunión y donación de todo lo que eres. Aumenta nuestra FE. Por medio de ti y en el Espíritu Santo que nos comunicas, queremos llegar al Padre para decirle nuestro SÍ unido al tuyo. Con esta FE, hecha de escucha contemplativa, sabremos iluminar nuestras situaciones personales, así como los diversos sectores de la vida familiar y social. Tú eres nuestra ESPERANZA, nuestra paz, nuestro mediador, hermano y amigo. Nuestra esperanza se traduce en confianza, gozo de Pascua y camino apresurado contigo hacia el Padre. Queremos sentir como tú y valorar las cosas como las valoras tú. Porque tú eres el centro, el principio y el fin de todo. Queremos AMAR COMO TÚ, que das la vida y te comunicas con todo lo que eres. Entrando en tu intimidad, queremos adoptar determinaciones y actitudes básicas, decisiones duraderas, opciones fundamentales según nuestra propia vocación cristiana. CREYENDO, ESPERANDO Y AMANDO, TE ADORAMOS con una actitud sencilla de presencia, silencio y espera, que quiere ser también reparación, como respuesta a tus palabras: «Quedaos aquí y velad conmigo» (Mt. 26,38). Gracias a ti, nuestra capacidad de silencio y de adoración se convertirá en capacidad de AMAR y de SERVIR.  (Juan Pablo II, Oración Eucarística, fragmentos)

Poniendo la fe en el Mesías que debe pasar por la cruz para llevarnos a la Paz, el Amor y la Alegría  del Reino,
Miguel.

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