15 de septiembre de 2012
Sábado de la Vigésimo Tercera
Semana Durante el Año
Lecturas de
hoy:
I Corintios
10, 14-22 / Salmo 115, 12-13. 17-18 Alzaré la copa de la salvación e invocaré el
nombre del Señor.
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 6,
43-49
Jesús dijo a sus discípulos:
No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé
frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los
espinos ni se cosechan uvas de las zarzas. El hombre bueno saca el bien del
tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad,
porque de la abundancia del corazón habla la boca. ¿Por qué ustedes me llaman:
'Señor, Señor', y no hacen lo que les digo?
Yo les diré a quién se parece todo aquel que viene a mí,
escucha mis palabras y las practica. Se parece a un hombre que, queriendo
construir una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre la roca.
Cuando vino la creciente, las aguas se precipitaron con fuerza contra esa casa,
pero no pudieron derribarla, porque estaba bien construida. En cambio, el que
escucha la Palabra
y no la pone en práctica, se parece a un hombre que construyó su casa sobre
tierra, sin cimientos. Cuando las aguas se precipitaron contra ella, en seguida
se derrumbó, y el desastre que sobrevino a esa casa fue grande".
Palabra del Señor.
MEDITACION
El eterno problema del bien y el mal: un auténtico
misterio de nuestra naturaleza humana. De hecho, ayer poniamos el ejemplo de
conversión y posterior apostolado generoso y potente de san Pablo, pero él
también nos dice, honestamente, «no hago el bien que quiero, sino el mal que no
quiero» (Rm 7,19). Y es que «el hombre bueno saca el bien del tesoro de
bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad».
Pero ¿quién es bueno?. Sólo Dios (Mc 10,18). Mientras que en
nosotros convive la bondad y la maldad. Y se han escrito cientos de tratados
para diseccionar y clasificar acciones y decisiones (y hasta pensamientos)
entre “buenos” y “malos”.
Nosotros, los seguidores del Maestro, dejamos que él
nos guíe: «cada árbol se reconoce por su
fruto», es decir, cuando damos el fruto dulce del amor y la solidaridad, andamos
«como hijos de la luz» (Ef 5,8; cf Jn 8,12) y, cuando, lamentablemente damos los frutos amargos
del egoísmo y el desprecio, es cuando nos inclinamos al camino de las tinieblas
(cf Jn 3,19).
Por eso, «Dios vio que la luz era buena, y separó la
luz de las tinieblas» (Gn 1,4), porque «Dios es luz, y en él no hay tinieblas. Si
decimos que estamos en comunión con él y caminamos en las tinieblas, mentimos y
no procedemos conforme a la verdad. Pero si caminamos en la luz, como él mismo
está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo
Jesús nos purifica de todo pecado» (1 Jn 1,5-7), por lo que es importante cuando
celebramos comunitariamente, simpre preguntarnos: «la copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan
que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo?» (1L). Entonces, si estamos en comunión con
el Santo de los Santos, debiésemos actuar en consecuencia («¿Por qué
ustedes me llaman: 'Señor, Señor', y no hacen lo que les digo?»). A la vez, alimentados de su santidad,
aprovechemos de apoyarnos en ella para dar cada día mejores frutos y podar de
nuestras ramas aquellos que no son como el Padre espera de nosotros, ni a
nosotros nos agradan, para terminar cantando: «¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo? Alzaré la copa de
la salvación e invocaré el nombre del
Señor » (Sal).
Queremos construir nuestra casa sobre la roca firme
de tu Palabra, Señor. Fortalece nuestros intentos de alejarnos de las tinieblas
más oscuras que nos alejan de los hermanos y bendice nuestros trabajos por
construir tu Reino de amor solidario. Alabado seas, Señor.
Destrabando la
lengua para anunciar lo que hemos oído de la Paz, Amor y Alegría del Reino,
Miguel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario