PREPAREMOS EL
PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
30 de septiembre de 2012
Vigésimo Sexto Domingo Durante el Año
Lecturas de
hoy:
Números
11, 16-17.24-29 / Salmo 18, 8. 10. 12-14 Los preceptos del Señor alegran el corazón
/ Santiago 5, 1-6
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 9,
38-43. 45. 47-48
Juan dijo a Jesús:
«Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de
impedírselo porque no es de los nuestros».
Pero Jesús les
dijo: «No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y
luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros.
Les aseguro que no
quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de
que ustedes pertenecen a Cristo.
Si alguien llegara
a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él
que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar.
Si tu mano es para
ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus
dos manos al infierno, al fuego inextinguible. Y si tu pie es para ti ocasión
de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con
tus dos pies al infierno.
Y si tu ojo es
para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo
en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al infierno, donde el
gusano no muere y el fuego no se apaga».
Palabra del Señor.
MEDITACION
«¡Ojalá todos fueran
profetas en el pueblo del Señor, porque él les infunde su espíritu!» (1L) clama Moisés. Actitud diametralmente
opuesta a la de los discípulos del Maestro: prohibir hacer el bien, «porque no es de los nuestros», como si no
creyeran en que «el testimonio del Señor
es verdadero, da sabiduría al simple» (Sal), por lo que actúan como quien “amontona
riquezas” con avaricia (2L). Pero el Espíritu sopla donde quiere (Jn 3,8), así que no serán ellos
quienes decidirán quién es de Dios o no, porque Su gracia y Sus dones son
gratuitos (cf 1 Co 12,4) y totalmente
inmerecidos para cualquiera, tanto que ellos mismos (pescadores, artesanos o
publicanos pueblerinos) son la prueba de ésto.
Lamentable y paradójicamente, también en las
distintas confesiones religiosas se desarrollan en su totalidad, o en miembros
de ella, la terrible enfermedad del sectarismo, manifestada en intolerancia
hacia todo aquel o aquella que piensa o actúa diferente a lo que algunos
“iluminados” deciden que es lo correcto. En el extremo más monstruoso están las
“guerras religiosas” y los casos de amenazas de muerte contra una persona o su
familia para convertirla a una religión o, por el contrario, evitar una
conversión. Sin embargo, son manifestaciones de esto igualmente el desprecio,
el hostigamiento y la exclusión entre Iglesias, aunque sean todas cristianas, y,
como si fuera poco, también entre carismas dentro de nuestra misma Iglesia, haciendo
énfasis en lo que divide en vez de profundizar lo que une.
Todo eso provoca que no se cumple lo que oró el
Señor: que todos «sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me
enviaste» (Jn 17,21), porque provoca
escándalo en los «pequeños que tienen fe»
o los de fe más simple. La sentencia contra esto, ya la vimos, es terrible.
Es esperanzador, entonces y a propósito, conocer las
declaraciones del nuevo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (la encargada de velar por
la correcta doctrina y la moral y el cargo que desempeñaba el Cardenal
Ratzinger, antes de ser Benedicto XVI) Gerhard Ludwig Müller: “En muchos
países, la polarización es fuerte, los contrastes entre los llamados
tradiconalistas y los llamados progresistas. Debemos superar esta oposición,
debemos encontrar una nueva unidad de fondo en la Iglesia (…) nuestra unidad
es un don. Nosotros creemos en la
Iglesia, que es “una” y está unida en Cristo. Y si se cree
verdaderamente en Cristo, sin usar el Magisterio de la Iglesia al subrayar solo
algunos puntos a favor de la propia ideología, sino confiándonos
incondicionalmente a Cristo, la unidad de la Iglesia no se rompe por celos o ambiciones. Este
es uno de mis objetivos: reducir las tensiones dentro de la Iglesia”. El Señor sea su
auxilio para lograr este fin.
Corresponde, entonces, que los discípulos del
Maestro nos soportemos «mutuamente por amor» (Ef 4,2). Soportar en el sentido de tolerar,
pero también en el de ser soporte, sustento, apoyo, del otro, porque, como
continúa desarrollando la idea Pablo: «Él comunicó a unos el don de ser
apóstoles, a otros profetas, a otros predicadores del Evangelio, a otros
pastores o maestros. Así organizó a los santos para la obra del ministerio, en
orden a la edificación del Cuerpo de Cristo» (Ef 4,11-12). Esto, durante nuestro paso imperfecto
por la Tierra. Pero
todo será diferente en el día de la Manifestación definitiva del Reino, en «que todos
lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado
de hombre perfecto y a la madurez que corresponde a la plenitud de Cristo» (Ef 4,13).
Somos imperfectos, Señor, «pero ¿quién advierte sus
propios errores? Purifícame de las faltas ocultas. Presérvame, además, del
orgullo, para que no me domine» (Sal). Confiamos en que nos infundirás tu
espíritu liberador y sanador para lograr vivir esto, según tu voluntad.
Trabajando para
lograr la unidad que consiga que el mundo crea en Su Paz, Amor y Alegría,
Miguel.
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