28 de septiembre de 2012
Viernes de la Vigésimo Quinta
Semana Durante el Año
Lecturas de
hoy:
Eclesiastés
3, 1-11 / Salmo 143, 1-4 Bendito sea el Señor, mi Roca.
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Lucas 9, 18-22
Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban
con él, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos le respondieron: «Unos dicen que eres Juan el
Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha
resucitado.»
«Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?»
Pedro, tomando la palabra, respondió: «Tú eres el Mesías de
Dios.»
Y él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie.
«El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser
rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado
a muerte y resucitar al tercer día.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
«Hay un momento para
todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol» (1L). El Maestro no hace estas preguntas en
cualquier momento.
Ha pasado por una serie de situaciones: Jesús sale
de su pueblo y decide integrarse a la
comunidad del profeta que atraía a la gente de su tiempo (Lc 3,21); luego, para
profundizar en su espiritualidad, se retira al desierto (Lc 4,1-13); a continuación, comienza
su ministerio en su tierra (Lc 4,14-15); en las Escrituras encuentra y comunica su
“programa”: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por
la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la
liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los
oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.» (Lc 4,18-19); de inmediato
comienza a experimentar el rechazo (Lc 4,28-29); pero, en otros lugares despierta
admiración (Lc 4,36-37); posteriormente, prosiguió
curando y predicando (Lc 4,38-44).
Después, sus discípulos y él vivieron variadas
experiencias (Lc 5,1-7); lo veían hacer
milagros y hacer vida de oración (Lc 5,12-16); sanando y llamando más discípulos,
enfrentándose a las autoridades, hasta el momento de formar la comunidad en la
que vivirían y compartirían su fe (Lc 6,12-16), donde son testigos privilegiados del
arrastre popular que Él tenía (Lc 6,17-19), y del desarrollo de la imagen de Dios y su Reino
en su enseñanza, que se manifiesta en su compasión activa aliviando los dolores
de los demás. Hasta llegar a dos momentos cúlmines: los envía a replicar
palabras y acciones que le habían visto, para en la siguiente ocasión, realizar
el gran signo de la multiplicación de los panes.
Ya era tiempo, entonces, de recapitular, para despejar
dudas y malentendidos, para dar luz sobre sí mismo y su auténtica misión.
Y, como los grandes Maestros, su lección empezará
con preguntas para saber desde dónde arrancan sus percepciones. Luego, de a
poco, irá abriendo sus mentes al misterio total de la Encarnación del Hijo
de Dios por amor. Lo que les costará –y aún nos cuesta- mucho comprender,
porque «El hizo todas las cosas
apropiadas a su tiempo, pero también puso en el corazón del hombre el sentido
del tiempo pasado y futuro, sin que el hombre pueda descubrir la obra que hace
Dios desde el principio hasta el fin» (1L).
«Señor, ¿qué es el
hombre para que tú lo cuides, y el ser humano, para que pienses en él?» (Sal): Nada frente a tu
grandeza; todo para tu amor. Gracias, Señor.
Buscando hacerse
servidor de todos para ganar la
Paz, el Amor y la
Alegría del Reino,
Miguel.
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