Pertenecemos a la Parroquia Santo Cura de Ars, atendida pastoralmente por la Congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús (Dehonianos).

Nos ubicas en Pirámide 565, paradero 11 ½ de Santa Rosa. Comuna de San Miguel, Santiago de Chile.
Nuestras actividades se despliegan durante la semana; nuestra celebración dominical es a las 10:15. Bienvenid@s.





ATENCIÓN

A contar del 1 de Enero de 2013 las Meditaciones diarias del evangelio se encuentran en: http://pazamoryalegria.blogspot.com/

jueves, 20 de septiembre de 2012

Hacerse últimos y servidores de todos a ejemplo del Señor y Maestro



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
23 de septiembre de 2012
Vigésimo Quinto Domingo Durante el Año

Lecturas de hoy:
Sabiduría 2, 12. 17-20 / Salmo 53, 3-6. 8 El Señor es mi apoyo verdadero. / Santiago 3, 16—4, 3

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     9, 30-37
    Jesús atravesaba la Galilea junto con sus discípulos y no quería que nadie lo supiera, porque enseñaba y les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará». Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas.
    Llegaron a Cafarnaún y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: «¿De qué hablaban en el camino?» Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande.
    Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: «El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos».
    Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: «El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado».
Palabra del Señor.

MEDITACION
Jesús anuncia por segunda vez su Pasión, pero esta vez, pese a que aún no comprendían, sus discípulos «temían hacerle preguntas». Claro, la reprensión que se había llevado Pedro en la ocasión anterior aún estaba fresca en sus mentes: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres» (Mc 8,33). En cambio, mostrando que aún no captaban qué clase de Mesías tenían delante, se estaban repartiendo cargos en su futuro reinado…
El Maestro aprovecha la ocasión para profundizar sus enseñanzas.
Así como el Domingo anterior indicó que, para ser discípulo suyo, era necesario antes renunciar a sí mismo y cargar con la cruz que le imponga el mundo por ser fiel a esa instrucción, hoy da señas de que una forma concreta de negarse a sí mismo es aplastar la propia soberbia y el ego desmesurado, para «hacerse el último de todos y el servidor de todos».
El ejemplo lo recibimos del mismo Señor y Maestro (Jn 13,13-15): por nuestro bien y necesidad «Él, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor» (Flp 2,6-7), entonces se dedicó a proclamar «la Buena Noticia de Dios» (Mc 1,14); y, para ser más eficiente, empieza a formar su equipo de colaboradores en la difusión de ésta (Mc 1,16-19); posteriormente, enseña en el lugar del culto (Mc 1,21); aprovechando la misma oportunidad, libera a una persona atrapada por una enfermedad demoníaca (Mc 1,23-27); saliendo de ahí, sanó a una mujer enferma (Mc 1,29-31); al atardecer del mismo día «curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios» (Mc 1,34); luego de un breve descanso nocturno, «Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando» (Mc 1,35); después, porque el tiempo apremia y, según su apreciación, «para eso he salido», no se deja retener en un lugar y recorre más lugares para llevar a cabo su servicio (Mc 1,38); y suma y sigue infatigablemente, curando un leproso y un paralítico (Mc 1,40-42; 2,3-12), enseñando a la multitud (Mc 2,13), invitando más discípulos (Mc 2,14), compartiendo con la gente (Mc 2,15), polemizando con las autoridades erradas en su visión (Mc 2,16-20)… y mucho más, sin desperdiciar su tiempo, para reafirmar que «el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud» (Mt 20,27-28).
Una actitud así, «dicen los impíos […] se opone a nuestra manera de obrar», dejando en evidencia sus «transgresiones a la Ley y […] las faltas contra la enseñanza recibida» (1L), provocando que «hombres violentos» atenten contra la vida del discípulo «sin tener presente a Dios» (Sal).
Ahí está la cruz impuesta, una vez más.
Pero, confiado en que «un fruto de justicia se siembra pacíficamente para los que trabajan por la paz» (2L), el auténtico seguidor del Señor puede afirmar «Dios es mi ayuda, el Señor es mi verdadero sostén» (Sal), porque «si el justo es hijo de Dios, Él lo protegerá y lo librará de las manos de sus enemigos» (1L).
Quien busca los puestos de privilegio el día de la vuelta definitiva de Jesús (Hch 1,11), no puede hacerle el quite a trabajar, luchar y buscar la justicia, siguiendo su ejemplo y enseñanza. Esto es, que a todos, sin discriminación, les llegue el bienestar y la sabiduría de Dios, partiendo por los más invisibilizados de la sociedad –como los niños, en su tiempo- para compensar toda una historia de exclusión de esos beneficios. Y debe esperar la oposición violenta de los agentes del mal (quienes se oponían a eso y querían y quieren monopolizar las bendiciones y bienes), ya que son «Felices» los «perseguidos por practicar la justicia» porque el “premio” es precisamente el que buscaban los Doce aquella vez: «a ellos les pertenece el Reino de los Cielos» (Mt 5,10).

Señor, muéstranos el camino que lleva a darlo todo por los demás. Ayúdanos a tener las mismas preocupaciones, sentimientos y opciones de Jesús. Haz que atendamos las necesidades, sufrimientos, y esperanzas de nuestro pueblo. Haciéndonos servidores y hermanos de todos. Que así sea.
(Marcelo A. Murúa, www.buenasnuevas.com)

Buscando hacerse servidor de todos para ganar la Paz, el Amor y la Alegría del Reino,
Miguel.

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