PREPAREMOS EL
PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
16 de septiembre de 2012
Vigésimo Cuarto Domingo Durante el Año
Lecturas de
hoy:
Isaías
50, 5-9 / Salmo 114, 1-6. 8-9 Caminaré en la presencia del
Señor. / Santiago 2, 14-18
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 8,
27-35
Jesús salió con
sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les
preguntó: «¿Quién dice la gente que soy Yo?»
Ellos le
respondieron: «Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros,
alguno de los profetas».
«Y ustedes, ¿quién
dicen que soy Yo?»
Pedro respondió:
«¿Tú eres el Mesías». Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada
acerca de Él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho
y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que
debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de
esto con toda claridad.
Pedro, llevándolo
aparte, comenzó a reprenderlo. Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus
discípulos, lo reprendió, diciendo: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás!
Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres».
Entonces Jesús,
llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: «El que quiera
venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí
y por la Buena Noticia,
la salvará».
Palabra del Señor.
MEDITACION
A través de la pregunta por la imagen que tienen de
Él, Jesús parece querer llegar a una enseñanza fundamental justo en el centro
del evangelio de Marcos, porque todo lo que han vivido llega a este momento
cúlmine y, desde aquí, se irán desencadenando acontecimientos que llegarán
hasta el cumplimiento de la misión para la que lo ha enviado el Padre. Misión
que, nos advierte, pasa por la cruz. Lo que, dicho con otras palabras,
significa que por «llevar la
Buena Noticia a los pobres, anunciar la liberación a los cautivos
y la vista a los ciegos, [y] dar la libertad a los oprimidos» (Lc 4,18), en obediencia a la
voluntad del Padre, los poderosos le castigarán hasta «la muerte y muerte de
cruz» (Flp 2,8), tendrá como consecuencia una muerte absolutamente injusta (cf. Lc 23,15).
Y lo mismo vale para todo quien sea su discípulo (Mt 10,22.24). Nadie está
obligado a seguirlo. Pero quien lo haga, debe atenerse a sus condiciones.
Pero, para eso es necesario corregir la forma que
entendemos y a la vez transmitimos esta situación.
Ocurre que muchos cristianos damos una imagen de un Dios
que parece necesitar ver sufrir, o que sólo otorga favores a cambio de nuestros
dolores, hasta el punto de mandar a su propio Hijo a padecer horrorosamente
para pagar por un pecado que habrían cometido nuestros padres originales. Las “mandas”
se hacen basadas en ese mismo planteamiento: le ofrezco a Dios un daño que me
hago a mí mismo, como un pago a cambio del favor solicitado…
Este dios sádico choca violentamente con el Dios
amor que nos presenta el Maestro (Lc 11,13; Jn 15,9). Y, sin embargo, caminan
juntos en nuestras creencias…
Teniendo presente esa imagen, tiene más sentido
entender las palabras de Jesús de esta manera:
·
«El que quiera venir detrás de mí…»: “quien quiera
ser un seguidor mío (cf Lc 14,25-27) o quien se atreva a llamarse cristiano”…
·
«…que renuncie a sí mismo…»: “que salga de su
egoísmo, que se convierta, que esté dispuesto a abrirse a las necesidades y
sufrimientos del otro (cf Lc 10,36-37)”
·
«…que cargue con su cruz…»: “que asuma las
consecuencias que le impondrán los que hacen pasar necesidades y sufrir al
hermano” (por cierto, tampoco “la cruz” se trata de cualquier sufrimiento
‘natural’, como una enfermedad, un traspié laboral y hasta los conflictos con
un familiar)
·
«…y me siga.»: “y acepte y siga mi ejemplo” (Mt
19,21)
·
«Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y
el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará»: “porque, como no se
puede servir a dos señores: se puede ganar el mundo entero y perder la vida (Mt
16,26); o se puede gastar la vida por el Reino y todo lo demás vendrá por
añadidura (cf Mt 6,33)”.
Dios se compadece y se hace solidario de nuestros dolores,
hasta enviar a su Hijo para enseñarnos cómo se ama de verdad, entregando de su
vida y literalmente la vida, para encontrar la Vida en abundancia y el gozo pleno.
Nosotros, ¿en qué Dios creemos?
Limpia nuestra mirada, Señor, para que podamos verte
tal como te presentas, siendo capaces de deshacernos de visiones distorsionadas
acerca de tu actuar en nuestra vida. Amén.
Poniendo la fe
en el Mesías que debe pasar por la cruz para llevarnos a la Paz, el Amor y la Alegría del Reino,
Miguel.
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