7 de septiembre de 2012
Viernes de la Vigésimo Segunda
Semana Durante el Año
Lecturas de
hoy:
I Corintios
4, 1-5 / Salmo 36, 3-6. 27-28. 39-40 La salvación de los justos viene del Señor.
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 5,
33-39
En aquel tiempo, los escribas y los fariseos dijeron a
Jesús: «Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y hacen oración, lo mismo
que los discípulos de los fariseos; en cambio, los tuyos comen y beben.»
Jesús les contestó: «¿Ustedes pretenden hacer ayunar a los
amigos del esposo mientras él está con ellos? Llegará el momento en que el
esposo les será quitado; entonces tendrán que ayunar.»
Les hizo además esta comparación: «Nadie corta un pedazo de
un vestido nuevo para remendar uno viejo, porque se romperá el nuevo, y el
pedazo sacado a este no quedará bien en el vestido viejo. Tampoco se pone vino
nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres; entonces el vino se
derramará y los odres ya no servirán más. ¡A vino nuevo, odres nuevos! Nadie,
después de haber gustado el vino viejo, quiere vino nuevo, porque dice: El
añejo es mejor.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
El ayuno, la oración y todas las otras prácticas de
los fariseos, «a las que están aferrados por tradición», como decía el
evangelio del Domingo reciente (Mc 7,4), no eran caprichosas. Era la forma como entendían
que debían actuar para ser considerados justos (“santos” diríamos hoy). Es la
misma buena motivación por la que los católicos practicamos el ayuno, la
oración y la limosna, por ejemplo, durante la Cuaresma.
Pero Pablo responde a los fariseos de su tiempo y de
todos los tiempos (entre los que podríamos estar nosotros, si “nos aferramos a
tradiciones” sin poner el corazón en lo que hacemos): «Dejen que venga el Señor: él sacará a la luz lo que está oculto en las
tinieblas y manifestará las intenciones secretas de los corazones. Entonces, cada
uno recibirá de Dios la alabanza que le corresponda» (1L; cf. Mc 7,6), porque «La salvación de los justos viene del Señor»
(Sal).
El ayuno (o las peregrinaciones, o las mandas, o los
rosarios, o cualquier otra piedad que se siga) no se debe realizar “porque sí”,
sino cuando hay convicción en que éste ayuda a crecer en la cercanía con el
Señor, la que se demuestra en la forma de vida: «Confía en el Señor y practica el bien» (Sal). El vestido o el vino nuevo de la
conversión debe romper las prácticas añejas que inmovilizan o nos hacen creer
que somos justificados, sin que se manifiesten en que «Los hombres deben considerarnos simplemente como servidores de Cristo»
(1L). Y a Cristo se lo
sirve en el necesitado (cf Mt 25,31ss).
Alfarero eterno, haz de nuestros corazones odres
nuevos, donde entre y se mantenga tu vino de la alegría y el servicio. Señor,
permite que nos cubramos con el vestido nuevo de la conversión en el amor,
desechando el vestido viejo del egoísmo. Así sea.
Con Paz, Amor y
Alegría para entrar en comunión con Dios,
Miguel.
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