Pertenecemos a la Parroquia Santo Cura de Ars, atendida pastoralmente por la Congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús (Dehonianos).

Nos ubicas en Pirámide 565, paradero 11 ½ de Santa Rosa. Comuna de San Miguel, Santiago de Chile.
Nuestras actividades se despliegan durante la semana; nuestra celebración dominical es a las 10:15. Bienvenid@s.





ATENCIÓN

A contar del 1 de Enero de 2013 las Meditaciones diarias del evangelio se encuentran en: http://pazamoryalegria.blogspot.com/

jueves, 6 de septiembre de 2012

Abriendo los sentidos a la fe-compromiso en el mundo



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
9 de septiembre de 2012
Vigésimo Tercer Domingo Durante el Año

Lecturas de hoy:
Isaías 35, 4-7 / Salmo 145, 7-10 ¡Alaba al Señor, alma mía! / Santiago 2, 1-7

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     7, 31-37
    Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis.
    Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: «Efatá», que significa: «Abrete». Y en seguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
    Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
Palabra del Señor.

MEDITACION
El Papa nos ha convocado a vivir entre el 11 de octubre de 2012 y el 24 de noviembre de 2013 un “Año de la fe” con el objetivo de “redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe […] sobre todo en un momento de profundo cambio como el que la humanidad está viviendo”. En este período se nos invita a “redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada, y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree”, de una manera especial, ya que siempre debiésemos hacerlo. (Benedicto XVI, carta “Porta Fidei”, 11/10/2011)
La fe de Israel, en la que creció Jesús y de la que nos consideramos herederos, siempre asoció además de tener “ojos para ver” (los signos que Dios realiza) con tener “oídos para oír” (Mc 8,17-18). Incluso Pablo dirá que la fe viene por el oír (Rm 10,17; cf. Hch 4,20).
Por eso para Marcos es importante mostrarnos al Señor vencer la cerrazón de ojos (Mc 8,22-25) y de los oídos (este relato sólo lo cuenta él). Es un signo de la apertura a la fe en su Padre y en el Reino, motivos centrales de su misión.
Algo semejante encontramos en el anuncio del profeta para los tiempos en que Dios consolará a su pueblo: «se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo» (1L), a lo que hace eco el salmista: «El Señor libera a los cautivos. Abre los ojos de los ciegos y endereza a los que están encorvados» (Sal).
Es interesante notar las otras manifestaciones de la fe en el reinado de Dios según el mismo salmo 145: «El Señor hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos […] el Señor protege a los extranjeros. Sustenta al huérfano y a la viuda;  y entorpece el camino de los malvados. El Señor reina eternamente». Si recordamos que “los extranjeros”, “huérfanos” y “viudas” están entre los marginados de los marginados, este canto podría hacer eco a su vez en el Apóstol Santiago: «¿Acaso Dios no ha elegido a los pobres de este mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino que ha prometido a los que lo aman?» (2L).
Debido a esa forma de entender la fe, “muchos cristianos dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o excluido, como el primero a quien hay que atender y el más importante que socorrer, porque precisamente en él se refleja el rostro mismo de Cristo. […] Es la fe la que nos permite reconocer a Cristo, y es su mismo amor el que impulsa a socorrerlo cada vez que se hace nuestro prójimo en el camino de la vida. Sostenidos por la fe, miramos con esperanza a nuestro compromiso en el mundo, aguardando «unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia» (2 P 3, 13; cf. Ap 21, 1).” (Benedicto XVI op. cit.)

Todo lo has hecho bien, Señor. Por eso nos diste la gracia de saber escuchar Tu voz y de confesar nuestra fe no sólo con nuestros labios, sino con nuestras obras y con nuestra vida misma. Haznos fieles a ese encargo. Amén.

Destrabando la lengua para anunciar lo que hemos oído de la Paz, Amor y Alegría  del Reino,
Miguel.

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