PREPAREMOS EL
PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
9 de septiembre de 2012
Vigésimo Tercer Domingo Durante el Año
Lecturas de
hoy:
Isaías
35, 4-7 / Salmo 145, 7-10 ¡Alaba al Señor, alma mía! / Santiago 2, 1-7
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 7,
31-37
Cuando Jesús
volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea,
atravesando el territorio de la
Decápolis.
Entonces le
presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo
separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y
con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró
y le dijo: «Efatá», que significa: «Abrete». Y en seguida se abrieron sus
oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
Jesús les mandó
insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos
más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: «Todo lo ha hecho
bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
Palabra del Señor.
MEDITACION
El Papa nos ha convocado a vivir entre el 11 de
octubre de 2012 y el 24 de noviembre de 2013 un “Año de la fe” con el objetivo
de “redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de
comunicar la fe […] sobre todo en un momento de profundo cambio como el que la
humanidad está viviendo”. En este período se nos invita a “redescubrir los
contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada, y reflexionar sobre
el mismo acto con el que se cree”, de una manera especial, ya que siempre
debiésemos hacerlo. (Benedicto XVI, carta “Porta Fidei”, 11/10/2011)
La fe de Israel, en la que creció Jesús y de la que
nos consideramos herederos, siempre asoció además de tener “ojos para ver” (los
signos que Dios realiza) con tener “oídos para oír” (Mc 8,17-18). Incluso Pablo dirá
que la fe viene por el oír (Rm 10,17; cf. Hch 4,20).
Por eso para Marcos es importante mostrarnos al
Señor vencer la cerrazón de ojos (Mc 8,22-25) y de los oídos (este relato sólo lo
cuenta él). Es un signo de la apertura a la fe en su Padre y en el Reino,
motivos centrales de su misión.
Algo semejante encontramos en el anuncio del profeta
para los tiempos en que Dios consolará a su pueblo: «se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los
sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos
gritará de júbilo» (1L), a lo que hace eco el salmista: «El Señor libera a los cautivos. Abre los
ojos de los ciegos y endereza a los que están encorvados» (Sal).
Es interesante notar las otras manifestaciones de la
fe en el reinado de Dios según el mismo salmo 145: «El Señor hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos […]
el Señor protege a los extranjeros. Sustenta al huérfano y a la viuda; y entorpece el camino de los malvados. El
Señor reina eternamente». Si recordamos que “los extranjeros”, “huérfanos”
y “viudas” están entre los marginados de los marginados, este canto podría
hacer eco a su vez en el Apóstol Santiago: «¿Acaso
Dios no ha elegido a los pobres de este mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos
herederos del Reino que ha prometido a los que lo aman?» (2L).
Debido a esa forma de entender la fe, “muchos
cristianos dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o excluido,
como el primero a quien hay que atender y el más importante que socorrer,
porque precisamente en él se refleja el rostro mismo de Cristo. […] Es la fe la
que nos permite reconocer a Cristo, y es su mismo amor el que impulsa a
socorrerlo cada vez que se hace nuestro prójimo en el camino de la vida.
Sostenidos por la fe, miramos con esperanza a nuestro compromiso en el mundo,
aguardando «unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la
justicia» (2 P 3, 13; cf. Ap 21,
1).” (Benedicto XVI op.
cit.)
Todo lo has hecho bien, Señor. Por eso nos diste la
gracia de saber escuchar Tu voz y de confesar nuestra fe no sólo con nuestros
labios, sino con nuestras obras y con nuestra vida misma. Haznos fieles a ese
encargo. Amén.
Destrabando la
lengua para anunciar lo que hemos oído de la Paz, Amor y Alegría del Reino,
Miguel.
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