22 de agosto de 2012
Miércoles de la Vigésima Semana
Durante el Año
Lecturas de
hoy:
Ezequiel
34, 1-11 / Salmo 22, 1-6 El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 19,
30—20, 16
Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los
últimos serán los primeros. Porque el Reino de los Cielos se parece a un
propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su
viña. Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña.
Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados
en la plaza, les dijo: 'Vayan ustedes
también a mi viña y les pagaré lo que sea justo'.
Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde,
e hizo lo mismo.
Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a
otros, les dijo: '¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?'.
Ellos les respondieron: 'Nadie nos ha contratado'. Entonces
les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña'.
Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le
dijo: 'Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y
terminando por los primeros'.
Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y
recibieron cada uno un denario.
Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir
algo más, pero recibieron igualmente un denario.
Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo:
'Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a
nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la
jornada'.
El propietario respondió a uno de ellos: 'Amigo, no soy
injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo
y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti.
¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece?
¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?'.
Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los
últimos".
Palabra del Señor.
MEDITACION
A la parábola que relata hoy el Señor, aún muchos la ven
injusta. Puede ser. Pero “el propietario” parece no querer ser justo, sino
bondadoso: «¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?». “Justo”, según nuestros parámetros, sería que fuese
decreciendo el monto a pagar a cada grupo de trabajadores según el tiempo que
llevaban trabajando.
Pero, como tiene derecho a “disponer de sus bienes como le
parece”, remunera de la misma manera con que había acordado a los primeros a
todos los demás.
Jesús no es economista, su relato pretende darnos una imagen
de cómo es el corazón del Padre Dios, fuente y culmen del Reino, por lo que hay
que salirse del tema del denario para quedarse en el de «dar a este
que llega último lo mismo que a ti». Es decir, el regalo de su amor sin medida y absolutamente
generoso, es igual para quien ha nacido y crecido en la fe que para el
recientemente convertido; para el que cree y para quien no, pero actua como
debiese un creyente; para buenos y malos. Porque nadie lo merece, cualquiera
que sea su conducta (cf. Rm 5,7-8; Tit 3,4-5).
Vivir bien esa fe es la forma de recibir agradecidamente su
amor (Col 3,17).
Gracias, Padre, por darnos tanto amor inmerecido; gracias,
Señor Jesús, por ser ese Buen Pastor que no permite que nada nos falte; gracias
Santo Espíritu divino, por alimentarnos la sabiduría con el Pan de la Palabra; gracias,
Santísima Trinidad, comunidad de amor, por recibirnos en tu seno y enviarnos a
acoger a tus otros hijos, nuestros hermanos, como forma de mostrarnos
agradecidos.
Alimentados del
Pan de Vida llenamos nuestra Paz, Amor y Alegría de la sabiduría del Reino,
Miguel.
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