23 de agosto de 2012
Jueves de la Vigésima Semana
Durante el Año
Lecturas de
hoy:
Ezequiel
36, 23-28 / Salmo 50, 12-15. 18-19 Los rociaré con agua pura, y ustedes
quedarán purificados.
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 22,
1-14
Jesús les habló otra vez en parábolas, diciendo: «El Reino
de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió
entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a
ir.
De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a
los invitados: "Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis
terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas."
Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo,
otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron
y los mataron.
Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para
que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad. Luego dijo a sus
servidores: "El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no
eran dignos de él. Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que
encuentren."
Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos
los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados.
Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un
hombre que no tenía el traje de fiesta. "Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado
aquí sin el traje de fiesta?." El otro permaneció en silencio. Entonces el
rey dijo a los guardias: "Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a
las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes."
Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Decíamos ayer que el Reino que anuncia Jesús es reflejo del
Amor de Dios. Mantengamos esa alegoría para que nos ayude a meditar la parábola
de hoy.
Ante ese regalo gratuito, unos se niegan simplemente a
aceptarlo (“no puedo creer en un Dios que no se me demuestre concretamente”);
otros están inmersos en sus ocupaciones y lo dejan plantado (“no tengo tiempo
para esas cosas”); y hasta hay otros que maltratan a los enviados con las
invitaciones (“¡hasta cuándo molestan estos fanáticos!”).
Las dos imágenes posteriores debemos recordar que provienen
de una cultura ya superada: el rey indignado que se venga arrasando y la
alusión a los que «no eran dignos», en referencia al pueblo judío, que no supo
ver en Jesús al Enviado.
Siguiendo con el símil, cuando el Padre se ve rechazado una
y otra vez por los que se supone que son naturalmente llamados (quienes son
culturalmente cristianos: por familia, por sociedad), como no puede aguantarse
tanto amor, lo abre a toda la humanidad, «buenos y malos», para
que puedan disfrutarlo. «Y las naciones sabrán que yo soy el Señor -oráculo del
Señor- cuando manifieste mi santidad a la vista de ellas, por medio de ustedes»
(1L).
Pero el Señor no deja de advertir que, en nuestra libertad,
puede haber quien “atornille al revés”, porque «no tenía el traje de fiesta » (que
otorgaba el mismo anfitrión): «les arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra
y les daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en ustedes y haré que
sigan mis preceptos, y que observen y practiquen mis leyes» (1L). Sabemos, lo
reiteramos constantemente, que practicar las leyes –en clave cristiana- es amar
a nuestra vez a los demás. Por lo que quien no anda vestido de amor desentona y
es “expulsado” del Reino (cf. Mt 25,41-45).
Crea en nosotros, Dios nuestro, un corazón puro, y renueva
la firmeza de nuestro espíritu, de manera que vivamos la fiesta del Reino con
dignidad de hijos a imagen y semejanza del Padre Amor. Así sea.
Alimentados del
Pan de Vida llenamos nuestra Paz, Amor y Alegría de la sabiduría del Reino,
Miguel.
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