21 de agosto de 2012
Martes de la Vigésima Semana
Durante el Año
Lecturas de
hoy:
Ezequiel
28, 1-10 / Salmo Dt 32, 26-30. 35-36 Yo doy la muerte y la vida.
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 19,
23-30
Jesús dijo entonces a sus discípulos: «Les aseguro que difícilmente
un rico entrará en el Reino de los Cielos. Sí, les repito, es más fácil que un
camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los
Cielos.»
Los discípulos quedaron muy sorprendidos al oír esto y
dijeron: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?»
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los
hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible.»
Pedro, tomando la palabra, dijo: «Tú sabes que nosotros lo
hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué nos tocará a nosotros?»
Jesús les respondió: «Les aseguro que en la regeneración del
mundo, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, que
me han seguido, también se sentarán en doce tronos, para juzgar a las doce
tribus de Israel. Y el que a causa de mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas,
padre, madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y obtendrá como herencia la Vida eterna.
Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los
últimos serán los primeros.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
A lo largo de la historia muchos «quedaron muy sorprendidos al oír esto y dijeron: “Entonces, ¿quién
podrá salvarse?”». Porque, por la forma en que hemos estructurado nuestras
sociedades, el fin de nuestras vidas es, digan lo que digan, ser ricos…y
también salvarnos (ojalá).
Hay predicadores que han intentado ablandar la Palabra, explicando que el
Maestro se refiere a una especie de “pobreza espiritual”. En esas ocasiones
viene al caso la sentencia: «Ellos son del mundo, por eso hablan el lenguaje
del mundo y el mundo los escucha» (1 Jn 4,5)…
Para no ser del mundo acogiendo sus enseñanzas, ni «crean a
cualquiera que se considere inspirado: pongan a prueba su inspiración, para ver
si procede de Dios, porque han aparecido en el mundo muchos falsos profetas» (1 Jn 4,1). Su
inspiración no parece ser la de Dios, ya que este aserto, si nos fijamos, viene
justo después del episodio del joven rico en que, recordemos, le indica: «Si
quieres ser perfecto, le dijo Jesús ve, vende todo lo que tienes y dalo a los
pobres: así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme.» (Mt 19,21). O sea,
no cabe duda: está hablando de riquezas materiales. Y cuando él «se retiró
entristecido, porque poseía muchos bienes» (Mt 19,22) dejó
reflexionando al Señor en el hecho evidente de que las personas solemos
aferrarnos a lo material (cf. Sal 62,11) hasta el punto de dejar pasar la oportunidad
de obtener «como herencia la Vida eterna».
Por eso nos hace esa advertencia tan ruda. Porque puede que
nosotros no seamos millonarios, y sin embargo actuemos igual con nuestras pocas
pertenencias: «Tu corazón se llenó de
arrogancia y dijiste: “Yo soy un dios”» (1L), que “me fío de mis medios materiales, por lo
que no necesito a Dios”. Tendríamos un corazón de rico y también caeríamos en
aquella actitud que le duele al Señor.
Es difícil «que un camello pase por el ojo de una aguja», pero ya
sabemos que no imposible, al menos para Dios. Siempre es complejo optar por lo
que nos propone, pero eso es la fe: confiar esperanzadamente en su Palabra y su
acción misericordiosa en nuestra vida.
Perdón, Señor, por actuar y vivir como el rico del episodio
de hoy, incapaces de “vender” posesiones, privilegios, tiempo… y regalarlo
generosamente a los pobres materiales y a los pobres de tu presencia, siguiéndote
por el camino de la justicia y el servicio. Conviértenos, Señor. Amén.
Alimentados del
Pan de Vida llenamos nuestra Paz, Amor y Alegría de la sabiduría del Reino,
Miguel.
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