Pertenecemos a la Parroquia Santo Cura de Ars, atendida pastoralmente por la Congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús (Dehonianos).

Nos ubicas en Pirámide 565, paradero 11 ½ de Santa Rosa. Comuna de San Miguel, Santiago de Chile.
Nuestras actividades se despliegan durante la semana; nuestra celebración dominical es a las 10:15. Bienvenid@s.





ATENCIÓN

A contar del 1 de Enero de 2013 las Meditaciones diarias del evangelio se encuentran en: http://pazamoryalegria.blogspot.com/

sábado, 4 de agosto de 2012

La forma de enfrentar la persecución también puede ser un aporte al Plan de Dios.


4 de agosto de 2012
Sábado de la Décimo Séptima Semana Durante el Año
SAN JUAN MARIA VIANNEY, EL “SANTO CURA DE ARS”

Lecturas de hoy:
Jeremías 26, 11-15.24 / Salmo 68, 15-16.30-31.33-34 Respóndeme, Dios mío, en el tiempo de gracia.

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     14, 1-12
La fama de Jesús llegó a oídos del tetrarca Herodes, y él dijo a sus allegados: «Este es Juan el Bautista; ha resucitado de entre los muertos, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos.»
Herodes, en efecto, había hecho arrestar, encadenar y encarcelar a Juan, a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía: «No te es lícito tenerla.» Herodes quería matarlo, pero tenía miedo del pueblo, que consideraba a Juan un profeta.
El día en que Herodes festejaba su cumpleaños, la hija de Herodías bailó en público, y le agradó tanto a Herodes que prometió bajo juramento darle lo que pidiera.
Instigada por su madre, ella dijo: «Tráeme aquí sobre una bandeja la cabeza de Juan el Bautista.»
El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y esta la presentó a su madre. Los discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a informar a Jesús.
Palabra del Señor.

MEDITACION
Ayer hablábamos de las consecuencias que tiene para el hombre de Dios proclamar la verdad. El episodio que nos relata el evangelio de hoy es tal vez el más dramático del Nuevo Testamento. Pero el Bautista, así como Jeremías en la primera lectura, son también ejemplo de cómo la forma de enfrentar la persecución puede provocar efectos en los demás y, por extensión, ser también un aporte para el desarrollo del Plan de Dios.
El profeta del Antiguo Testamento, ante su condena a muerte responde sereno: «El Señor es el que me envió a profetizar contra esta Casa y contra esta ciudad todas las palabras que ustedes han oído. […] En cuanto a mí, hagan conmigo lo que les parezca bueno y justo. Pero sepan que si ustedes me hacen morir, arrojan sangre inocente sobre ustedes mismos, sobre esta ciudad y sobre sus habitantes. Porque verdaderamente el Señor me ha enviado a ustedes para decirles todas estas palabras.» (1L), lo que provoca que finalmente crean en la palabra que les había anunciado.
Juan, como sabemos, terminó martirizado por no dejar de decir lo que creía necesario señalar. Su testimonio remeció a su propio ejecutor, quedó como ejemplo para sus discípulos que después lo serían del Señor, e incluso, influyó y admiró al mismo Maestro.
Y, por último, el mismo Nazareno, con su Palabra y su forma de morir fue y sigue siendo ejemplo para muchos, hasta el punto de cambiarles la vida, tanto como para asumir la muerte si es necesario por Él, como también es evidente
Seamos conscientes, entonces, del hecho que ser cristianos –en serio, no sólo de nombre- trae consecuencias y que, si las aceptamos con amor valiente, nuestra actitud también puede servir para mayor gloria de Dios.

Hagamos nuestra esta bella oración del Patrono de nuestra Parroquia, san Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars, a quien la Iglesia celebra hoy:
Te amo, Oh mi Dios. Mi único deseo es amarte hasta el último suspiro de mi vida. Te amo, Oh infinitamente amoroso Dios, y prefiero morir amándote que vivir un instante sin Ti. Oh mi Dios, si mi lengua no puede decir cada instante que te amo, por lo menos quiero que mi corazón lo repita cada vez que respiro. Te suplico que mientras más cerca estés de mi hora final aumentes y perfecciones mi amor por Ti. Amén.

Buscando multiplicar solidariamente el pan de la Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.

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