6 de agosto de 2012
TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR
Lecturas de
hoy:
Daniel
7, 9-10. 13-14 / Salmo 96, 1-2. 5-6. 9 El Señor reina, altísimo por encima de toda
la tierra./ II Pedro 1, 16-19
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 9,
2-10
Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevo a ellos
solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus
vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo
podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con
Jesús.
Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí!
Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Pedro no
sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.
Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella
una voz: «Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo.»
De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a
Jesús solo con ellos.
Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que
habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.
Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría «resucitar de
entre los muertos.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Hoy cuando la Iglesia celebra la fiesta de la Transfiguración
gloriosa del Señor, la humanidad se estremece ante un nuevo aniversario de la
primera vez que, mediante un instrumento humano, se arrasó completamente una
ciudad, mediante la bomba de Hiroshima (Japón, 1945): el punto más alto al que
ha llegado la barbarie humana en una guerra y que se repitió sólo unos días
después en Nagasaki.
“El grito lacerante del torturado; la amargura de la
mujer que ve a sus hijos morir por falta de alimento o de remedios, que en
otras familias sobreabundan; el clamor de los desocupados que encuentran sus
manos fuertes aferrando la nada; el enfermo que ya no encuentra sentido a su
postración definitiva y terminal; el drogadicto destruido por la ilusión de un
nuevo instante de ensueño, muestran, en dramático reflejo, el rostro doliente
de Jesús de Nazaret.
El mismo Dios, que se manifestó a Moisés, porque
había visto el dolor de su pueblo esclavo en Egipto, no quiere que sus hijos e
hijas vivan hoy en una realidad social y moral que contraríe su amor trinitario
manifestado en la historia.
El recuerdo de Hiroshima y Nagasaki se convierte en
una “conmemoración de la Desfiguración Humana”.
Pero la
Fiesta de la Transfiguración de Jesús nos recuerda el destino
definitivo de todo varón y mujer, como llamado anticipado en el rostro divino
del Señor de la Historia.
San Pablo atribuye al Espíritu la acción
transformadora y vital que modifica la situación simbolizada en “Moisés, que se
cubría el rostro con un velo, para impedir que los israelitas vieran el fin de
un esplendor pasajero. Nosotros, en cambio, con el rostro descubierto,
reflejamos, como en un espejo, la gloria del Señor, y somos transfigurados a su
propia imagen con un esplendor cada vez más glorioso, por la acción del Señor,
que es Espíritu” (2 Cor 3,12.18).
La posibilidad de esta transfiguración humana fue
anticipada por Jesús cuando llevó “a Pedro, Santiago y Juan a un monte elevado.
Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el
sol...” (Mt 17,1-2).
Las ciudades japonesas, al igual que tantas
poblaciones renacidas a pesar de su destrucción, son signo del maravilloso
empecinamiento humano por alcanzar ese destino”. (Eduardo A. González www.sanantoniodepadua.org)
Danos un corazón compasivo como el tuyo, Señor, para
poder sentir como nuestro el dolor y el padecimiento de los demás y también
para, escuchando su clamor, trabajar por convertir las realidades inhumanas en
vida plena, vida transfigurada. Así sea.
Alimentados del
pan de la Paz, el
Amor y la Alegría,
Miguel.
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