PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
26 de agosto de 2012
26 de agosto de 2012
Vigésimo Primer Domingo Durante el Año
Lecturas de
hoy:
Josué
24, 1-2. 15-18 / Salmo 33, 2-3. 16-23 ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor! / Efesios 5, 21-33
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6,
60-69
Después de
escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos decían: «¡Es duro este
lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?»
Jesús, sabiendo lo
que sus discípulos murmuraban, les dijo: «¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará,
entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?
El Espíritu es
el que da Vida,
la carne de
nada sirve.
Las palabras que
les dije son Espíritu y Vida.
Pero hay entre
ustedes algunos que no creen».
En efecto, Jesús
sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que
lo iba a entregar.
Y agregó: «Por eso
les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede».
Desde ese momento,
muchos de sus discípulos se alejaron de Él y dejaron de acompañarlo.
Jesús preguntó
entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?»
Simón Pedro le
respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros
hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios».
Palabra del Señor.
MEDITACION
La vida está llena de elecciones, y cada decisión tomada abre camino a nuevas
opciones. Nuestra libertad es puesta a prueba a cada momento.
Hoy vemos que al pueblo que ha protagonizado la extensa
travesía por el desierto (Ex 16,35) y que se está estableciendo en la Tierra Prometida,
su jefe les exige definirse entre «los
dioses a quienes sirvieron sus antepasados al otro lado del Río, o a los dioses
de los amorreos, en cuyo país ustedes ahora habitan». En casos como este,
cuando existe un líder como Josué que afirma con firmeza: «Yo y mi familia serviremos al Señor», otros se sienten apoyados
para fortalecer su propia fe, por eso pueden responder: «también nosotros serviremos al Señor, ya que Él es nuestro Dios»
(1L). Porque ellos pudieron comprobar durante su viaje a la libertad que «los ojos del Señor miran al justo y sus
oídos escuchan su clamor […y que] cuando ellos claman, el Señor los escucha y
los libra de todas sus angustias» (Sal)
Algo semejante sucede en el evangelio. Cuando muchos («una gran
multitud», contaba Juan al comienzo del mismo capítulo 6) se han
ido y sólo quedan «los Doce» hay otro
líder que interpreta a los demás ante la duda ambiental y sobre esa piedra se
edifica la Asamblea
de los hombres y mujeres libres –liberados por el Señor- la Iglesia (cf Mc
8,29). Porque «Cristo amó a la Iglesia y se entregó por
ella, para santificarla. Él la purificó con el bautismo del agua y la palabra,
porque quiso para sí una Iglesia resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin
ningún defecto, sino santa e inmaculada» (2L).
Hoy y cada día somos llamados a escoger entre la creencia en
«un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo» (Ef 4,5) «viviendo
en la verdad y en el amor [para que] crezcamos plenamente, unidos a Cristo» (Ef 4,15) o, por el
contrario, preferir las tinieblas a la luz (Jn 1, 4-5), que es
vivir en la mentira y el desamor.
Bendigamos al Señor en todo tiempo, que su alabanza esté
siempre en nuestros labios. Nuestra alma se gloría en el Señor: que lo oigan
los humildes y se alegren. Amén.
Con Paz, Amor y Alegría
optando por la luz del Reino,
Miguel.
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