27 de agosto de 2012
Lunes de la Vigésimo Primera
Semana Durante el Año
Lecturas de
hoy:
II Tesalonicenses
1, 1-5.11-12 / Salmo 95, 1-5 Anuncien entre los pueblos las maravillas del Señor.
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 23,
13-22
«¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran
a los hombres el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los
que quisieran.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren
mar y tierra para conseguir un prosélito, y cuando lo han conseguido lo hacen
dos veces más digno de la
Gehena que ustedes!
¡Ay de ustedes, guías ciegos, que dicen: "Si se jura
por el santuario, el juramento no vale; pero si se jura por el oro del
santuario, entonces sí que vale"! ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más
importante: el oro o el santuario que hace sagrado el oro? Ustedes dicen
también: "Si se jura por el altar, el juramento no vale, pero vale si se
jura por la ofrenda que está sobre el altar." ¡Ciegos! ¿Qué es más
importante, la ofrenda o el altar que hace sagrada esa ofrenda?
Ahora bien, jurar por el altar, es jurar por él y por todo
lo que está sobre él. Jurar por el santuario, es jurar por él y por aquel que
lo habita.
Jurar por el cielo, es jurar por el trono de Dios y por
aquel que está sentado en él.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Las palabras del evangelio de hoy «¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que
cierran a los hombres el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan
entrar a los que quisieran» nos permiten meditar en uno de los temas más
dolorosos para la vida de nuestra Iglesia actual.
Antes de entrar de lleno, ¿por qué mencionar la
situación siquiera?, porque la verdad libera (Jn 8,32) y todo lo oculto debe ser revelado (Lc 12,2), iluminando, como
corresponde, todas las realidades de la vida con la luz de la Palabra de vida eterna (Jn 6,68; cf 1 Tes 5,21).
Por otro lado, las noticias nos recuerdan que éste,
lamentablemente, es un mal que está tan extendido en la sociedad que se
presenta en distintas profesiones e instituciones, por lo que no es exclusivo
de la nuestra, como parecen querer hacerlo creer ciertos medios interesados.
En cuanto a las responsabilidades personales,
teniendo presente que se nos ha instruido acerca de no juzgar a nadie (Lc 6,37), no nos referiremos a
casos puntuales, sino a la globalidad. El Señor ha dicho “ay del que
escandaliza”… o sea, en los casos más graves, los delitos propiamente tales, la
prevención viene de lo Alto, por lo que sintamos: “ay del alma de esos guías
ciegos” y como un deber cristiano orar por ellos. Hay que se firmes en no tolerar
los horrores cometidos, pero debiese sentirse compasión por la debilidad
humana, ya que, como nos conocemos a nosotros mismos también, sabemos que todos
las tenemos. Pese a ello, la justicia civil debe actuar sin enfrentar
limitaciones de nuestra parte, por una malentendida solidaridad.
Decíamos hace unos días que los laicos tenemos parte
de responsabilidad (la menor, por cierto) en elevar por sobre nosotros la imagen
de los pastores hasta el extremo de hacer sentir a aquellos que están más
enfermos, que pueden actuar impunemente contra la mínima decencia y hasta
contra la pureza de los más puros (Mt 18,6), dejando de lado la enseñanza: «no
tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos» (Mt 23,8).
Aterricemos ahora. Debido a que la única
responsabilidad que tenemos es sobre nuestra forma de actuar y no –obviamente-
la de los demás, sería bueno preguntarnos: ¿cuántos de nosotros, con mayor o
menor responsabilidad sobre otros, por nuestras actitudes, nos quedamos fuera
del Reino y, peor aún, somos causa de que otros ya no quieran entrar en él?
Apelando a la piedad que reconocemos que nos has
tenido, nos tienes y nos tendrás, por tu inmenso amor, te pedimos, Señor, que perdones nuestras faltas, especialmente
aquellas que afectan la vida de los más pequeños. También te rogamos por
aquellos que se han desviado gravemente de su ministerio causando dolor y
escándalo. Así sea.
Con Paz, Amor y
Alegría optando por la luz del Reino,
Miguel.
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