Pertenecemos a la Parroquia Santo Cura de Ars, atendida pastoralmente por la Congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús (Dehonianos).

Nos ubicas en Pirámide 565, paradero 11 ½ de Santa Rosa. Comuna de San Miguel, Santiago de Chile.
Nuestras actividades se despliegan durante la semana; nuestra celebración dominical es a las 10:15. Bienvenid@s.





ATENCIÓN

A contar del 1 de Enero de 2013 las Meditaciones diarias del evangelio se encuentran en: http://pazamoryalegria.blogspot.com/

lunes, 27 de agosto de 2012

Iluminando con la Palabra el drama de los consagrados que han delinquido


27 de agosto de 2012
Lunes de la Vigésimo Primera Semana Durante el Año

Lecturas de hoy:
II Tesalonicenses 1, 1-5.11-12 / Salmo 95, 1-5 Anuncien entre los pueblos las maravillas del Señor.

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     23, 13-22
«¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para conseguir un prosélito, y cuando lo han conseguido lo hacen dos veces más digno de la Gehena que ustedes!
¡Ay de ustedes, guías ciegos, que dicen: "Si se jura por el santuario, el juramento no vale; pero si se jura por el oro del santuario, entonces sí que vale"! ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante: el oro o el santuario que hace sagrado el oro? Ustedes dicen también: "Si se jura por el altar, el juramento no vale, pero vale si se jura por la ofrenda que está sobre el altar." ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda o el altar que hace sagrada esa ofrenda?
Ahora bien, jurar por el altar, es jurar por él y por todo lo que está sobre él. Jurar por el santuario, es jurar por él y por aquel que lo habita.
Jurar por el cielo, es jurar por el trono de Dios y por aquel que está sentado en él.»
Palabra del Señor.

MEDITACION
Las palabras del evangelio de hoy «¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran» nos permiten meditar en uno de los temas más dolorosos para la vida de nuestra Iglesia actual.
Antes de entrar de lleno, ¿por qué mencionar la situación siquiera?, porque la verdad libera (Jn 8,32) y todo lo oculto debe ser revelado (Lc 12,2), iluminando, como corresponde, todas las realidades de la vida con la luz de la Palabra de vida eterna (Jn 6,68; cf 1 Tes 5,21).
Por otro lado, las noticias nos recuerdan que éste, lamentablemente, es un mal que está tan extendido en la sociedad que se presenta en distintas profesiones e instituciones, por lo que no es exclusivo de la nuestra, como parecen querer hacerlo creer ciertos medios interesados.
En cuanto a las responsabilidades personales, teniendo presente que se nos ha instruido acerca de no juzgar a nadie (Lc 6,37), no nos referiremos a casos puntuales, sino a la globalidad. El Señor ha dicho “ay del que escandaliza”… o sea, en los casos más graves, los delitos propiamente tales, la prevención viene de lo Alto, por lo que sintamos: “ay del alma de esos guías ciegos” y como un deber cristiano orar por ellos. Hay que se firmes en no tolerar los horrores cometidos, pero debiese sentirse compasión por la debilidad humana, ya que, como nos conocemos a nosotros mismos también, sabemos que todos las tenemos. Pese a ello, la justicia civil debe actuar sin enfrentar limitaciones de nuestra parte, por una malentendida solidaridad.
Decíamos hace unos días que los laicos tenemos parte de responsabilidad (la menor, por cierto) en elevar por sobre nosotros la imagen de los pastores hasta el extremo de hacer sentir a aquellos que están más enfermos, que pueden actuar impunemente contra la mínima decencia y hasta contra la pureza de los más puros (Mt 18,6), dejando de lado la enseñanza: «no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos» (Mt 23,8).
Aterricemos ahora. Debido a que la única responsabilidad que tenemos es sobre nuestra forma de actuar y no –obviamente- la de los demás, sería bueno preguntarnos: ¿cuántos de nosotros, con mayor o menor responsabilidad sobre otros, por nuestras actitudes, nos quedamos fuera del Reino y, peor aún, somos causa de que otros ya no quieran entrar en él?

Apelando a la piedad que reconocemos que nos has tenido, nos tienes y nos tendrás, por tu inmenso amor, te pedimos, Señor,  que perdones nuestras faltas, especialmente aquellas que afectan la vida de los más pequeños. También te rogamos por aquellos que se han desviado gravemente de su ministerio causando dolor y escándalo. Así sea.

Con Paz, Amor y Alegría optando por la luz del Reino,
Miguel.

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