3 de julio de 2012
Santo Tomás apóstol
Lecturas de
hoy:
Efesios
2, 19-22 / Salmo 116, 1-2 Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia.
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Juan 20,
24-29
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba
con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al
Señor!»
El les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus
manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado,
no lo creeré.»
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos
reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando
cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con
ustedes!»
Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis
manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo,
sino hombre de fe.»
Tomas respondió: «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo: «Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices
los que creen sin haber visto!»
Palabra del Señor.
MEDITACION
« Ustedes están edificados sobre los
apóstoles y los profetas, que son los cimientos, mientras que la piedra angular
es el mismo Jesucristo.» (1L). Sobre ese edificio ambivalente, de tan humano que es, que a veces es
“incrédulo”, como Tomás –a quien celebramos hoy- o apóstata como Pedro, o
cobarde como todos los demás el día de la prueba.
Pero, a la vez, estos
mismos hombres, fueron capaces de palabras tan potentes y sublimes como el
reconocimiento de Jesús como el «¡Señor
mío y Dios mío!», del propio Tomás o el « Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo » (Mt 16,16) de Pedro y el posterior testimonio hasta el martirio de todos los
apóstoles.
Aprendamos de nuestros
hermanos apóstoles: a ser honestos en lo que creemos, previa a la sana duda,
que es sobre lo que se van construyendo las convicciones; a estar disponibles
para ser capaces de ver en sus maravillas su divinidad. Y, por cierto, su
consecuencia que es vivir esa fe, edificada sobre las enseñanzas de los
apóstoles y la valentía de los profetas.
Gracias, Señor, por aquella
hermosa bendición que nos enviaste aquella noche de dudas, al decir «¡Felices
los que creen sin haber visto!». Te pedimos, como siempre, que aumentes nuestra
fe, para merecer esa bienaventuranza, realizando alegres tu voluntad. Amén.
De la abundancia
del amor recibido, suplir las necesidades de Paz, Amor y Alegría de nuestros
hermanos,
Miguel.
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