27 de julio de 2012
Viernes de la Décimo Sexta Semana
Durante el Año
Lecturas de
hoy:
Jeremías
3, 14-17 / Salmo Jer 31, 10-13 El Señor nos cuidará como un pastor a su rebaño.
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 13,
18-23
Jesús dijo a sus discípulos:
«Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del
sembrador. Cuando alguien oye la
Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y
arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la
semilla al borde del camino.
El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al
escuchar la Palabra,
la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es
inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente
sucumbe.
El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que
escucha la Palabra,
pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y
no puede dar fruto.
Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha
la Palabra y
la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
¿Se puede oír la Palabra del Reino y no comprenderla?. Si el Señor
lo dice, así debe ser. Damos por hecho que tú, que estás leyendo esto,
probablemente sabes o percibes cuán importante es el contacto con las Sagradas
Escrituras. Pero abundemos sobre esto con el apoyo de un par de citas
magisteriales:
“La novedad de la revelación bíblica consiste en que
Dios se da a conocer en el diálogo que desea tener con nosotros”, dice el actual
Papa (Verbum Domini 6)
y el Concilio Vaticano II aporta que “es tanta la eficacia que radica en la
palabra de Dios, que es, en verdad, apoyo y vigor de la Iglesia, y fortaleza de la
fe para sus hijos, alimento del alma, fuente pura y perenne de la vida espiritual”
(Dei Verbum 21).
Claro que podríamos decir como el personaje «¿Cómo
lo puedo entender, si nadie me lo explica?» (Hch 8,31).
«Les daré
pastores según mi corazón, que los apacentarán con ciencia y prudencia»
(1L) es la
esperanzadora respuesta-promesa que nos trae este día la liturgia de nuestra
Iglesia, porque el Señor –veíamos el reciente domingo- se compadece de su
pueblo, porque somos «como ovejas sin pastor» (Mc 6,34). Entonces, «la joven danzará alegremente, los jóvenes y los viejos se regocijarán;
yo cambiaré su duelo en alegría, los alegraré y los consolaré de su aflicción»
(Sal).
Demos gracias al Señor por tantos pastores según su
corazón que han iluminado nuestras vidas enseñándonos la Palabra a través de su
predicación y, sobre todo por aquellos que la vivieron y la viven entre
nosotros.
Pero el Pastor de pastores, el Buen Pastor, quiere
que vayamos más allá con nuestra gratitud y vuelve a guiar nuestra mirada hacia
las consecuencias que las maravillas de Dios deben producir en nuestra vida:
ser «tierra fértil […] que escucha la Palabra y la comprende, [produciendo…]
fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno »
Gracias, Padre bueno por no interrumpir jamás tu
comunicación con nosotros, gracias también por la eficacia de tu Palabra en
medio nuestro y gracias, sobre todo, por aquellos hermanos que has puesto en
nuestro camino para que nos expliquen tus llamados, tus orientaciones y tu
voluntad.
Llamados a
transmitir la Paz,
el Amor y la Alegría
del Buen Pastor,
Miguel.
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