PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
29 de julio de 2012
Décimo Séptimo Domingo Durante el Año
Lecturas de
hoy:
II Reyes
4, 42-44 / Salmo 144, 10-11. 15-18 Abres tu mano, Señor, y nos colmas con tus
bienes. / Efesios 4, 1-6
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6,
1-15
Jesús atravesó el
mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, al ver los
signos que hacía curando a los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó
allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos.
Al levantar los
ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: «¿Dónde
compraremos pan para darles de comer?»
Él decía esto para
ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer.
Felipe le
respondió: «Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un
pedazo de pan».
Uno de sus
discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: «Aquí hay un niño que
tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta
gente?»
Jesús le
respondió: «Háganlos sentar».
Había mucho pasto
en ese lugar. Todos se sentaron y eran unos cinco mil hombres. Jesús tomó los
panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo
con los pescados, dándoles todo lo que quisieron.
Cuando todos
quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: «Recojan los pedazos que
sobran, para que no se pierda nada».
Los recogieron y
llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de
cebada.
Al ver el signo
que Jesús acababa de hacer, la gente decía: «Éste es, verdaderamente, el
Profeta que debe venir al mundo».
Jesús, sabiendo
que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la
montaña.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Durante este año íbamos siguiendo el evangelio de
Marcos donde, si recordamos el Domingo anterior, después de que Jesús se
compadeciera de las multitudes que lo seguían desorientadas «como ovejas sin
pastor», las atiende enseñándoles (Mc
6,34), lo que venía inmediatamente después es que las
alimenta mediante la “multiplicación de los panes”. Quienes elaboraron el
calendario litúrgico decidieron seguir con ese episodio, pero cambiándose a la
versión de Juan, para así, en semanas sucesivas y aprovechando este signo,
reflexionar más profundamente en el misterio que está en el centro de nuestra
adhesión a Jesús: la
Eucaristía.
Hoy se nos otorga una coordenada de tiempo: «Se acercaba la Pascua, la fiesta de los
judíos», lo que nos hace recordar dos cosas: primero que en aquella ocasión
se celebraba la liberación del pueblo de la esclavitud de Egipto, gracias a la
intervención poderosa de Dios; y en segundo lugar, que posteriormente, durante
esa misma conmemoración el Señor instituirá “el sacramento de nuestra fe”. Es
decir, pan y libertad íntimamente unidos. Y ambos elementos dinamizados desde
lo alto.
«Jesús vio que una gran multitud acudía a él»,
entonces interpela a sus discípulos, retándolos a solucionar sus problemas,
pero Felipe y Andrés, en nombre de todos responden “racionalmente”, desde la
perspectiva materialista que desde siempre esclaviza a la humanidad: “nada será
suficiente”…
Sin embargo, el Maestro no tiene miedo de ir contra
las mentalidades establecidas y, por eso, contra las estructuras que éstas
construyen: «Háganlos sentar», es decir, “organícenlos” para que, así, en
grupos más pequeños, mirándose a las caras, viendo las necesidades unos de
otros, surja la “multiplicación de la solidaridad”.
Eso ocurre porque somos «un solo Cuerpo y un solo Espíritu [tenemos …] un solo Señor, una sola
fe, un solo bautismo. Hay un solo Dios y Padre de todos» (2L), por lo
que nos será más fácil liberarnos de las cadenas del egoísmo y que cada cual
aporte sus «cinco panes de cebada y dos
pescados» que tenía para sí mismo. Sorprendentemente, entonces, después de
que no había suficiente, todos «comerán
y sobrará» (1L).
Nunca olvidemos que es a través de nuestras manos y
voluntades liberadas por el amor de Dios que el Espíritu Santo ha derramado en
nuestros corazones (Rm 5,5)
que se hace posible lo que canta el Salmo: «abres
tu mano, Señor, y nos colmas con tus bienes», compartiendo nuestro pan,
para que a nadie le falte entre nosotros.
Abre una y
otra vez nuestro corazón, todas las que sean necesarias, para seguirlo
ablandando y llenándolo de tu amor, Señor. Que sepamos ver las necesidades y
sepamos, acogidos a ti, auxiliarlas.
Llamados a
transmitir la Paz,
el Amor y la Alegría
del Buen Pastor,
Miguel.
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