11 de julio de 2012
Miércoles de la Décimo Cuarta Semana
Durante el Año
Lecturas de
hoy:
Oseas
10, 1-3.7-8.12 / Salmo 104, 2-7 Busquen constantemente el rostro del Señor.
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 10,
1-7
Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de
expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia.
Los nombres de los doce Apóstoles son: en primer lugar,
Simón, de sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego, Santiago, hijo de
Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano;
Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el
mismo que lo entregó.
A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes
instrucciones: «No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad de los
samaritanos. Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por
el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Mateo no nos cuenta el
contenido de la proclamación del Reino que «está
cerca». Sin embargo, éste bien podría ser, siguiendo la Palabra de Dios: «Siembren semillas de justicia, cosechen el
fruto de la fidelidad, roturen un campo nuevo: es tiempo de buscar al Señor,
hasta que él venga y haga llover para ustedes la justicia» (1L), lo que sería semejante a «Busquen primero el Reino y su justicia, y
todo lo demás se les dará por añadidura» (Mt 6,33).
Entonces, para nosotros,
discípulos misioneros en este siglo, seguidores de aquellos Doce del comienzo,
es necesario saber que el Reino que debemos anunciar y la lucha por la justicia
están íntimamente relacionados.
Partamos por recordar que
para construir el Reino de justicia de Dios, primero debemos encontrarlo dentro
nuestro (cf. Lc 17,20-21), porque, obviamente, nadie puede dar lo que
no tiene: el Reino comienza viviendo las relaciones con los demás con justicia.
Después, por cierto, sabiendo
que la fe en el Dios de Jesús no puede ser individualista, hay que trabajar por
una justicia más plena (Mt 5,20;
Mt 20,1-16; Sal 9,10), para que
la comunidad de hermanos, hijos del Padre, especialmente quienes viven en la
angustia, el dolor y la tristeza de un mundo que parece tender hacia la
oscuridad, pueda decir con alegría: «que venga tu Reino» (Mt 6,10), porque se estará realizando su voluntad en la tierra como en el
cielo.
Para esta misión permanente
a la que hemos sido llamados, recurrimos a ti, Señor, y a tu poder, buscando
constantemente tu rostro; recordando las maravillas que has obrado, tus
portentos y los juicios de tu boca. Que ellos impregnen nuestras palabras y
acciones, porque así se santifica tu nombre y viene a nuestra tierra, para
quedarse, tu Reino de justicia. Amén.
Intentando estar
atentos a los Profetas de la Paz,
el Amor y la Alegría,
Miguel.
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