25 de julio de 2012
Santiago apóstol
Lecturas de
hoy:
II Corintios
4, 7-15 / Salmo 125, 1-6 Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre canciones.
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 20,
20-28
La madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto
con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo.
«¿Qué quieres?», le preguntó Jesús.
Ella le dijo: «Manda que mis dos hijos se sienten en tu
Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.»
«No saben lo que piden», respondió Jesús. «¿Pueden beber el
cáliz que yo beberé?»
«Podemos», le respondieron.
«Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En
cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo,
sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre.»
Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos
hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que los jefes de las
naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad.
Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que
se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su
esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para
servir y dar su vida en rescate por una multitud.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Aprovechando la solicitud de «la madre de los hijos de Zebedeo»
(Juan y Santiago, éste último a quien celebra la Iglesia su fiesta hoy),
Jesús transmite dos enseñanzas capitales y universales para quien quiera ser o
diga ser discípulo suyo, a saber:
a) «ustedes beberán mi cáliz»…
es decir: nadie espere ser cristiano sin conflictos; si a Él lo persiguieron,
un bautizado, que es otro Cristo, también sufrirá por ser fiel a su misión (cf.
Juan 15,20);
b) «el que quiera ser grande, que se haga servidor de
ustedes»… a imitación suya también, por cierto, porque «no vino para ser servido, sino para servir».
Donde hay gente que sirve –que da de su vida hasta
dar la vida por amor (cf. Jn
15,12)- ahí se reconoce a los cristianos, un discípulo
misionero de Jesús, como bellamente nos “rebautizaron” los obispos de América
en la Conferencia
de Aparecida (mayo de 2007).
Es el «tesoro» que portamos «en
recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no
procede de nosotros, sino de Dios» (1L) y que, cuando se hace evidente, causa la
admiración y motiva a los demás. Fue una de las causas de que los Doce del
comienzo hoy sean millones.
Tertuliano, en el año 197 de nuestra era, nos legó
este impactante testimonio de la visión de los paganos de su época acerca de
los cristianos de los comienzos: “Miren, dicen, cómo se aman entre sí: se admiran,
porque ellos recíprocamente se aborrecen. Miren cómo cada uno está dispuesto a
morir gustosamente por el otro” (Apologeticum, XXXIX)… «Hasta los mismos paganos decían: “¡El Señor hizo por ellos grandes
cosas!”» (Sal).
Padre bueno, que distribuyes según tu voluntad los
puestos en tu Reino, ten a bien aceptar nuestro pobre aporte, incrementando
nuestro valor y fidelidad para hacernos servidores asumiendo los riesgos que
eso nos traiga. Así sea.
Llamados a
transmitir la Paz,
el Amor y la Alegría
del Buen Pastor,
Miguel.
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