PREPAREMOS EL PRÓXIMO
DÍA DEL SEÑOR
24 de junio de 2012
EL NACIMIENTO DE SAN JUAN BAUTISTA
Lecturas de
hoy:
Isaías
49, 1-6 / Salmo 138, 1-3. 13-15 Te doy gracias porque fui formado de manera
tan admirable. / Hechos 13, 22-26
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1,
57-66. 80
Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a
luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con
que Dios la había tratado, se alegraban con ella.
A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y
querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: «No, debe
llamarse Juan.»
Ellos le decían: «No hay nadie en tu familia que lleve ese
nombre.»
Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería
que le pusieran. Este pidió una pizarra y escribió: «Su nombre es Juan.»
Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías
recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.
Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la
gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de
Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se
decían: «¿Qué llegará a ser este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él.
El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y
vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel.
Palabra del Señor.
MEDITACION
El Bautista es un caso
especial en el santoral católico, ya que es celebrado dos veces durante el año:
para su muerte, como es norma; y en su nacimiento, como hoy, privilegio que
comparte sólo con Jesús y María. Esto nos da una idea de lo importante que fue
y es en nuestra fe. Él fue llamado «
desde el seno materno » para ser Su servidor destinado « a ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los
confines de la tierra » (1L). « Porque la mano del Señor
estaba con él. » (Ev). Como precursor suyo que era, para
ayudar a su pueblo a prepararse para la venida del « Salvador, que es Jesús… Juan había predicado un bautismo de
penitencia » (2L). Eso y las cosas maravillosas que rodearon su nacimiento no evitan que
humildemente reconozca « sepan que
después de mí viene aquel a quien yo no soy digno de desatar las sandalias »
(1L). Una vez más, como corresponde en el Reino, el humilde ha sido
ensalzado (Lc 14,11; Ez 21,31).
Sin embargo, el de Juan no
es un caso absolutamente excepcional, ya que todos y cada uno de nosotros
podemos decir con el salmista «Señor, tú
me sondeas y me conoces, tú sabes si me siento o me levanto; de lejos percibes
lo que pienso, te das cuenta si camino o si descanso, y todos mis pasos te son
familiares. Tú creaste mis entrañas, me plasmaste en el seno de mi madre».
Todos y cada uno de los
bautizados hemos recibido una boca como « espada
afilada » para proclamar « lo que hemos visto y oído »
(1 Jn 1,3), que parte por reconocer que « soy valioso a los ojos del Señor y mi Dios ha
sido mi fortaleza » (1L), tanta confianza nos tiene que nos da la
misión de « ser la
luz de las naciones » (1L; cf. Mt 5,14) y, como Zacarías, recuperar el habla que nos quitó el miedo y la
comodidad para comenzar « a alabar
a Dios » (Ev).
Es decir, todos y cada uno
somos Juan, precursores del Señor, voz que grita en el desierto poblado de
soledades y desesperanzas que es nuestra sociedad, donde Él aún no ha llegado o
donde haya sido olvidado.
Señor, tú nos envías a ir
delante de ti gritando que allanen los caminos de la soberbia y enderecen los
senderos de las acciones torcidas, a ejemplo de nuestro hermano el Bautista.
Sigue formando de manera tan admirable nuestra voluntad y fortaleciendo nuestro
espíritu para ser fieles servidores tuyos en esta y todas las tareas que nos
encomiendas con la dignidad del discípulo misionero, pero a la vez con la clara
conciencia de que no somos dignos de desatarte las sandalias.
Como Juan,
precursores del Señor de la Paz,
el Amor y la Alegría,
Miguel.
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