29 de junio de 2012
SAN PEDRO Y SAN PABLO apóstoles
Lecturas de
hoy:
Hechos
12, 1-11 / Salmo 33, 2-9 El Señor me libró de todos mis temores. / II Timoteo 4, 6-8.17-18
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 16,
13-19
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a
sus discípulos: «¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que
es?»
Ellos le respondieron: «Unos dicen que es Juan el Bautista;
otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas.»
«Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?»
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el
Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Y Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque
esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en
el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia, y el poder de la
Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del
Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo,
y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Pedro es la piedra sobre la
que se edifica la Iglesia
de Cristo. Y Pablo uno de sus principales pilares. Y, como tales, no escaparon
de la persecución, que es inherente al seguimiento del Señor (Jn 15,20; cf. Lc 9,23-24). Pero ambos, en los textos que nos propone
este día la liturgia, sienten que en los momentos de dificultad, « la Iglesia no
cesaba de orar a Dios » (1L) por ellos, por lo que pueden confiar en que Él los « librará de todo mal » (2L), sabiendo que « el poder
de la Muerte
no prevalecerá » contra
esta Iglesia, su Iglesia, nuestra Iglesia.
Sabernos parte de esto,
unidos a los perseguidos, en comunión con Jesús, Pedro, Pablo y todos los que
hubo, hay y habrá en la historia de la edificación de la Iglesia de « el Mesías,
el Hijo de Dios vivo », no nos
lo ha revelado « ni la
carne ni la sangre », sino
Su Padre de los cielos. Y debe tener consecuencias en la forma de vivir nuestra
fe: construyendo, edificando nuestra Iglesia, siguiendo el ejemplo de los
apóstoles que celebramos hoy.
Como Pedro, confiando en el
poder del Señor (Mt 14,28); buscando comprender la Palabra (Mt 15,15); meditando y retirándonos espiritualmente para fortalecer nuestro
caminar (cf. Mt 17; Lc 24,12); reconociendo nuestras faltas y
arrepintiéndonos (Lc 5,8; Mt 26,75); profesando nuestra fe (Lc 9,20; Jn 6,68-69); dando razón valiente de lo que creía (Hch 2,14ss; 4,8ss).
Como Pablo, teniendo el
corazón dispuesto a la conversión (Hch
9,1-19); poniendo las capacidades
al servicio de la evangelización (Hch
9,22); participando en comunidad, aun
pese a las dificultades (Hch
9,26-28). Y así, podríamos señalar
mucho más, porque la vida de Saulo (su nombre hebreo, del cual Pablo es la
forma griega) fue muy intensa y fructífera y tenemos su maravillosa y gran
cantidad de cartas. Pero esto vale como señales para nuestra vida.
Señor, que pones ante
nosotros las figuras de nuestros hermanos Pedro y Pablo, para que inspiren
nuestro caminar en tu Iglesia, ayúdanos a ser fieles a la misión que nos das. Alabemos
su Nombre todos juntos. ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor! ¡Felices los que
en él se refugian!
Como Juan,
precursores del Señor de la Paz,
el Amor y la Alegría,
Miguel.
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