Pertenecemos a la Parroquia Santo Cura de Ars, atendida pastoralmente por la Congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús (Dehonianos).

Nos ubicas en Pirámide 565, paradero 11 ½ de Santa Rosa. Comuna de San Miguel, Santiago de Chile.
Nuestras actividades se despliegan durante la semana; nuestra celebración dominical es a las 10:15. Bienvenid@s.





ATENCIÓN

A contar del 1 de Enero de 2013 las Meditaciones diarias del evangelio se encuentran en: http://pazamoryalegria.blogspot.com/

sábado, 30 de junio de 2012

¿Cómo pagar el amor absolutamente generoso que Dios nos ha tenido?


30 de junio de 2012
Sábado de la Duodécima Semana Durante el Año

Lecturas de hoy:
Lamentaciones 2, 2.10-14.18-19 / Salmo 73, 1-7. 20-21 No te olvides para siempre de los pobres.

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     8, 5-17
Al entrar en Cafarnaún, se acercó a Jesús un centurión, rogándole: «Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente.» Jesús le dijo: «Yo mismo iré a curarlo.»
Pero el centurión respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: "Ve", él va, y a otro: "Ven", él viene; y cuando digo a mi sirviente: "Tienes que hacer esto", él lo hace.»
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes.» Y Jesús dijo al centurión: «Ve, y que suceda como has creído.» Y el sirviente se curó en ese mismo momento.
Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con fiebre. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo.
Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: El tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades.
Palabra del Señor.

MEDITACION
El libro de las Lamentaciones (1L), que es uno de los menos conocidos de la Biblia, se le adjudica al profeta Jeremías, quien lo habría compuesto llorando por Jerusalén después de una de las trágicas deportaciones de todo el pueblo, que detalla el Salmo de hoy: « todo lo destruyó el enemigo en el Santuario. Rugieron tus adversarios en el lugar de tu asamblea, pusieron como señales sus propios estandartes. Alzaron sus hachas como en la espesura de la selva; destrozaron de un golpe todos los adornos, los deshicieron con martillos y machetes; prendieron fuego a tu Santuario, profanaron, hasta arrasarla, la Morada de tu Nombre.». Por eso el tono y el nombre del libro es más bien pesimista. Sin embargo, el fragmento de hoy nos aporta lo siguiente: « tu desastre es inmenso como el mar: ¿quién te sanará?» y después «¡Invoca al Señor de corazón, gime, hija de Sión! ¡Derrama tu corazón como agua ante el rostro del Señor ! ¡Eleva tus manos hacia él, por la vida de tus niños pequeños, que desfallecen de hambre en todas las esquinas!»
La respuesta a ese gemido y a todas las angustias de la humanidad la sabemos: el Señor, quien « pasó haciendo el bien y curando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con él » (Hch 10,38), lo que relata admirado Mateo este día, pues lo presenta sanando a « todos los que estaban enfermos », aludiendo a un consolador anuncio del profeta Isaías « El tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades » (53,4).
Me parece importante resaltar en las palabras del evangelio, que la misericordia de Dios, manifestada en la vida y misión de Jesús, es para “todos”: para quien tiene « tanta fe » como el centurión; pero también para quien preocupe a un cercano, como el caso de la suegra de Pedro; y, de manera incansable, para cada uno de los que le llevaban. Esto se debe a que el amor de Dios no espera compensación alguna, tampoco nuestra súplica: es absoluto. Y es absolutamente generoso (cf. Rom 5,7-8). Nadie lo merece, ni es digno, como muy bien reconoce el soldado.
Corresponde que digamos junto con el salmista: «¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo?» (116,12). El Papa meditando sobre esto, dice: “¿Qué ofreceré, por tanto, al Señor? No quiere sacrificios ni holocaustos, sino toda mi vida.” (Audiencia 25/05/2005).
¿Merece algo menos?

Señor, también reconocemos no ser dignos y nos admiramos de todo el bien que nos has hecho. Haz que nuestra alegría por esto y nuestro agradecimiento se transformen en ofrenda de vida para quienes están en necesidad, tus hijos, nuestros hermanos. Así sea.

Como Juan, precursores del Señor de la Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.

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