28 de junio de 2012
Jueves de la Duodécima Semana
Durante el Año
Lecturas de
hoy:
lI Reyes
24, 8-17 / Salmo 78, 1-5. 8-9 Líbranos, Señor, a causa de tu Nombre.
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 7,
21-29
Jesús dijo a sus discípulos:
«No son los que me dicen: "Señor, Señor", los que
entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi
Padre que está en el cielo.
Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor, ¿acaso no
profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos
milagros en tu Nombre?"
Entonces yo les manifestaré: "Jamás los conocí;
apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal."
Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y
las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa
sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los
vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida
sobre roca.
Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica,
puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena.
Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y
sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande.»
Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, la multitud
estaba asombrada de su enseñanza, porque él les enseñaba como quien tiene
autoridad y no como sus escribas.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Hoy, que la Iglesia conmemora a san
Ignacio de Antioquia, un obispo mártir, discípulo según la tradición, de los
apóstoles Pablo y Juan, que debiésemos conocer más, partamos por recordar
valientes palabras suyas: “Dejadme que
sea entregado a las fieras, puesto que por ellas puedo llegar a Dios. Soy el
trigo de Dios, y soy molido por las dentelladas de las fieras, para que pueda
ser hallado pan puro. Antes, atraed a las fieras, para que puedan ser mi
sepulcro, y que no deje parte alguna de mi cuerpo detrás, y así, cuando pase a
dormir, no seré una carga para nadie. Entonces seré un verdadero discípulo de
Jesucristo.”
Sin duda, él « puede compararse a un hombre sensato que
edificó su casa sobre roca »,
porque edificó su vida sobre la roca firme que es el Señor (Deut 32,4; Sal 62,7-8). Joaquín, el rey de Jerusalén, en cambio, « hizo lo que es malo a los ojos del Señor », por lo que « puede
compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena » de tal manera que la tempestad llamada Nabudonosor arrasó con
él y con todo su reino (1L).
El resultado de la
meditación es evidente: ¿seremos Ignacio o Joaquín? ¿sensatos para entrar « en el Reino de los Cielos » o insensatos « que
hacen el mal »?
«No recuerdes para nuestro mal las culpas de otros tiempos;
compadécete pronto de nosotros, porque estamos totalmente abatidos. Ayúdanos,
Dios salvador nuestro, por el honor de tu Nombre; líbranos y perdona nuestros
pecados» (Sal). Amén.
Como Juan,
precursores del Señor de la Paz,
el Amor y la Alegría,
Miguel.
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