12 de junio de 2012
Martes de la Décima Semana Durante
el Año
Lecturas de
hoy:
I Reyes 17, 7-16 / Salmo 4, 2-5. 7-8 Muéstranos, Señor, la luz de tu rostro.
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 5,
13-16
Jesús dijo a sus discípulos:
Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su
sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser
tirada y pisada por los hombres.
Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad
situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla
debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a
todos los que están en la casa.
Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay
en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que
está en el cielo.
Palabra del Señor.
MEDITACION
El hombre y la mujer de Dios para poder ser « sal de la tierra » o « luz del mundo » son
asistidos por el mismo « Padre que
está en el cielo » (cf. Lc 12,12), como le ocurrió al profeta Elías
(1L), a quien hasta de sus necesidades materiales se ocupa (cf. Mt
6,25-34), sin fallarle nunca (cf. Mt 7,9-11). Y aún
hoy es recordado como uno de los más grandes profetas del Antiguo Testamento (cf. Mt
11,14; Mal 3, 23-24), pues su labor sazonó e iluminó a su pueblo durante
el tiempo que ejerció su ministerio.
Es que el Señor quiere que el mundo pierda el gusto
desabrido que lo caracteriza y que los hombres y mujeres que lo habitan salgan
de la oscuridad del anti-amor, con la sal y luz cristianas. Para eso necesita
de nuestros brazos, nuestra voz, nuestro corazón. Sin embargo, por importante
que sea la misión, no nos obliga: por eso la sal puede “perder sabor” o la luz
estar “debajo de un cajón”.
Nunca dejamos de sorprendernos, Señor, al ver que, siendo
Todopoderoso, invitas, inspiras, guías a realizar tu voluntad, pero nunca nos
fuerzas. Danos el sabor que a nuestra sal le falta y la potencia de la que
nuestra luz carece, para realizar la misión que nos encomiendas. Tú, que en la
angustia nos diste un desahogo: ten piedad de nosotros y escucha nuestra
oración. Amén.
Paz, Amor y
Alegría alimentados por su entrega total,
Miguel.
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