14 de junio de 2012
Jueves de la Décima Semana
Durante el Año
Lecturas de
hoy:
I Reyes 18, 1-2. 41-46 / Salmo 64, 10. 11. 12-13 A ti, Señor, te corresponde un canto de
alabanza en Sión.
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 5,
20-26
Jesús dijo a sus discípulos:
Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a
la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.
Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás,
y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo
aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y
todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo
maldice, merece la Gehena
de fuego.
Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te
acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante
el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar
tu ofrenda.
Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario,
mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y
el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta
que hayas pagado el último centavo.
Palabra del Señor.
MEDITACION
El salmista canta, dirigiéndose al Señor: « Tú coronas el año con tus bienes,
y a tu paso rebosa la abundancia; rebosan los pastos del desierto y las colinas
se ciñen de alegría.», porque el hombre de Dios es capaz de ver en «
una
nube, pequeña como la palma de una mano » (1L) la lluvia que vendrá con la
abundancia de bienes que el Dios único otorga a quienes quiere.
Abundancia y alegría. Pero miremos con ojos del espíritu:
más que en lo material, la alegría está en la abundancia que colma el corazón (cf. Mt
12,34). Y en el corazón de un discípulo misionero de Jesús (como
nos llamó Aparecida, recordémoslo ahora que acabamos de cumplir 5 años de aquél
encuentro) debe reinar la reconciliación (cf. 2 Cor 5,19). No
olvidemos que cuando Jesús nos enseña a orar, invita a decir « Perdona
nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.» (Mt 6,12). Es un
requisito para tener alguna dignidad para esperar la misericordia divina (cf. Mt
6,14-15).
El evangelio de hoy es una reiteración de la misma
enseñanza, y, como suele ser en las palabras de Jesús, la exigencia es alta: no
sólo hay que perdonar; hay que buscar el perdón de quien he ofendido. Así
abunda la reconciliación en nuestro corazón. Para poder entrar al Reino. Para
que la abundancia de paz y amor traiga la alegría a nuestra vida.
Buen Dios, en la sequía de perdón de nuestro corazón, a ti
dirigimos la mirada para que hagas llegar tu abundante lluvia reconciliadora a
nuestras miserias, a nuestras debilidades, a nuestras faltas. Para que reinando
tú, reine la reconciliación en él. Por tu gran piedad y amor por nosotros, tus
hijos. Amén.
Paz, Amor y
Alegría alimentados por su entrega total,
Miguel.
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