19 de junio de 2012
Martes de la Undécima Semana
Durante el Año
Lecturas de
hoy:
l Reyes
21, 17-29 / Salmo 50, 3-4. 5-6a. 11 y 16 Ten piedad, Señor, porque hemos pecado.
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 5,
43-48
Jesús dijo a sus discípulos:
Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás
a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus
perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace
salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e
injustos.
Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué
recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a
sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?
Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que
está en el cielo.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Dios, que se pone del lado de quien sufre injusticia, como
veíamos ayer, es considerado “enemigo” por el injusto, pese a eso, finalmente
se compadece y simpatiza con su arrepentimiento (1L). Ese es
el exigente parámetro que propone Jesús: ser perfectos como Él. Es que es una
consecuencia necesaria de descubrir a su Padre como nuestro: mostrar y
demostrar los “genes divinos” (Jn 1,12-13; cf. Sal 82,6).
Pero, ¿cómo hacer, con nuestras limitaciones humanas y pese
a ellas, algo así?
Tony de Mello cuenta de una oración anónima rescatada del campo
de concentración de Ravensburg, del criminal régimen nazi, que decía así: “Acuérdate,
Señor, no sólo de los hombres y mujeres de buena voluntad, sino también de los
de mala voluntad. No recuerdes tan sólo todo el sufrimiento que nos han
causado; recuerda también los frutos que hemos dado gracias a ese sufrimiento;
la camaradería, la lealtad, la humildad, el valor, la generosidad, la grandeza
de ánimo que todo ello ha conseguido inspirar. Y cuando los llames a ellos a
juicio, haz que todos esos frutos que hemos dado sirvan para su recompensa y su
perdón”.
¿Amar orando a quienes nos persiguen? Este es un luminoso
ejemplo. ¡Cómo no reconocer en estas palabras a un hijo « del Padre que está en el cielo »!
Enséñanos a orar, Señor. Danos tu piedad para ver hasta en
aquel que nos agrediese uno de los enfermos a quienes vino a sanar tu Hijo.
Regálanos mirarlo con tus ojos para ver en él a un hijo tuyo, sobre quien haces
salir el sol y caer la lluvia, reconociendo a la vez nuestras faltas y teniendo
siempre nuestro pecado ante nuestra conciencia. Inspira en nosotros
sentimientos de grandeza de ánimo, para percibir aun en el mal lo positivo que
podemos rescatar, como aquel sufriente de Ravensburg y vencer en nosotros el
mal con bien. Porque sólo en ti y por ti, que haces posible lo imposible, podemos
intentar vivir esta palabra de Jesús. Quien vive y reina contigo y el Espíritu
Santo y es Dios, por lo siglos de los siglos. Amén.
Trabajando para
que germinen las semillas de Paz, Amor y Alegría del Reino,
Miguel.
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