24 de mayo de 2012
Jueves de la Séptima Semana de
Pascua
Lecturas de
hoy:
Hechos 22, 30; 23, 6-11 / Salmo 67, 29-30. 33-36 ¡Cantad al Señor, reinos de la tierra!
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Juan 17,
20-26
Jesús levantó los ojos al cielo y oró diciendo:
«Padre santo, no ruego solamente por ellos, sino también por
los que, gracias a su palabra, creerán en mí. Que todos sean uno: como tú,
Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que
el mundo crea que tú me enviaste.
Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno,
como nosotros somos uno -yo en ellos y tú en mí- para que sean perfectamente
uno y el mundo conozca que tú me has enviado, y que yo los amé cómo tú me
amaste.
Padre, quiero que los que tú me diste estén conmigo donde yo
esté, para que contemplen la gloria que me has dado, porque ya me amabas antes
de la creación del mundo.
Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te conocí,
y ellos reconocieron que tú me enviaste. Les di a conocer tu Nombre, y se lo
seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en ellos, y
yo también esté en ellos.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Continúa el discurso de despedida de Jesús el día
anterior a su Pasión, que hemos venido compartiendo hace un tiempo en breves
dosis diarias. Y hoy llegamos a la sección en que somos mencionados: « los que, gracias a su palabra, creerán en mí », porque tú, yo y millones más, hemos llegado a creer gracias a la palabra
de quienes, como Pablo, difundieron la « esperanza en la
resurrección de los muertos » (1L). El Señor ora por
nosotros. Pero, como cada gracia recibida, ésta trae aparejada una
responsabilidad: « que también ellos sean uno
en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste ». No sé si lo habías sopesado: el signo que requieren los no creyentes es
que los creyentes se unan.
Hay múltiples denominaciones cristianas, por
ejemplo, y cada una intenta “quitar clientes” a la otra, buscando
diferenciarse, en vez de resaltar lo que las une que es mucho más importante:
el Señor mismo. Ni qué decir del pésimo ejemplo que se da cuando se hacen feos
comentarios o críticas malintencionadas acerca de “hermanos” de la misma
comunidad.
« Para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado
» es una gran responsabilidad-desafío, que, como
todos los de Jesús, o se intenta con todo el esfuerzo de que somos capaces, con
lo que se produce un acercamiento a su corazón; o se desecha por imposible y se
pierde el gozo de su misericordia.
Bendigamos al Señor que nos aconseja, ¡hasta de
noche instruye nuestra conciencia! Tenemos siempre presente al Señor, a nuestro
lado, nunca vacilaremos. No permitas que te expulsemos de nuestro lado, cuando
alejamos a otros hijos tuyos de nosotros. Anímanos a seguir creciendo en
sentido de unidad, a imagen y semejanza de la Santísima Trinidad,
comunidad de amor. Amén.
Anunciando a
toda la creación la Buena
Nueva de la Paz,
el Amor y la Alegría,
Miguel.
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