23 de mayo de 2012
Miércoles de la Séptima Semana de
Pascua
Lecturas de
hoy:
Hechos 20, 28-38 / Salmo 67, 29-30. 33-36 ¡Cantad al Señor, reinos de la tierra!
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Juan 17,
11-19
Jesús levantó los ojos al cielo, y oró diciendo:
«Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste,
para que sean uno, como nosotros. Mientras estaba con ellos, cuidaba en tu
Nombre a los que me diste; yo los protegía y no se perdió ninguno de ellos,
excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura.
Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en el mundo, para
que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto.
Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió porque
ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los
saques del mundo, sino que los preserves del Maligno. Ellos no son del mundo,
como tampoco yo soy del mundo.
Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad. Así como tú
me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo. Por ellos me consagro,
para que también ellos sean consagrados en la verdad.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Las lecturas de la liturgia de hoy contienen
recomendaciones para la vida de cualquier grupo humano. Veamos:
El mínimo requisito para darle sustento a una
agrupación es la unidad de principios, « que
sean uno, como nosotros » (Ev): unidos como el Padre y el Hijo, es decir no
artificialmente ni a cualquier costo, ya que alguno tendrá otros objetivos que
pondrá por sobre los que se han consensuado como los prioritarios. Ése es quien
« debía perderse ». Cuando trabajamos así,
convivimos de esa manera y sentimos muy unitariamente la labor que nuestro
grupo desarrolla, el gozo es “perfecto”.
Para que esa armonía perdure debe haber autoridades
a las que democráticamente el grupo « ha constituido guardianes
» (1L) de los objetivos y principios que se han
establecido como orientadores de la acción que desarrolla la agrupación, porque
es inevitable que con el paso del tiempo se introduzca quien quiera guiarla por
un camino propio, « con doctrinas perniciosas
».
Hasta ahí lo que sirve para cualquier organización
humana.
Lo que caracteriza a una comunidad cristiana es que,
además de lo anterior, necesita la oración. El Señor ora al Padre « No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno » (Ev) y quien es cabeza temporal ruega por ella encomendándola « al Señor y a la Palabra
de su gracia, que tiene poder para construir el edificio y darles la parte de
la herencia que les corresponde, con todos los que han sido santificados.» (1L). « Conságralos en la verdad:
tu palabra es verdad » (Ev).
Todo esto para producir frutos misioneros: « Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo » (Ev) para « ayudar a los débiles », recordando « las palabras del
Señor Jesús: "La felicidad está más en dar que en recibir."» (1L).
Una comunidad fiel a esta Palabra despierta en el mundo la alabanza « ¡Canten al Señor, reinos de la tierra,
entonen un himno al Señor. El hace oír su voz poderosa, ¡reconozcan el poder
del Señor! Su majestad brilla sobre Israel y su poder, sobre las nubes.
¡Bendito sea Dios! » (Sal).
Conságranos, Señor, en tu poderosa Palabra de
Verdad. Únenos, guíanos por los caminos del mundo. Impúlsanos a servir a los
débiles, poniendo nuestra debilidad de lado, apoyados en tu fuerza
misericordiosa. Amén.
Anunciando a
toda la creación la Buena
Nueva de la Paz,
el Amor y la Alegría,
Miguel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario