14 de mayo de 2012
San Matías, apóstol
Lecturas de
hoy:
Hechos 15, 22-31 / Salmo 56, 8-12 Te alabaré en medio de los pueblos, Señor.
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Juan 15,
12-17
Jesús dijo a sus discípulos:
«Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como
yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes
son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque
el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he
dado a conocer todo lo que oí de mi Padre.
No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los
elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea
duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá.
Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
¿Qué nos quieres decir hoy, Señor, que esta vez en
la fiesta del apóstol Matías, vuelves a poner en nuestro camino este evangelio
del amor unos a otros, a semejanza del tuyo?
Puede ser que, como a él, nos dices que no somos
nosotros los de la iniciativa, sino que eres tú quien, en primer lugar nos
llama “amigos”. Gran privilegio si tenemos en cuenta a qué nivel nos pones.
¿Quiénes son amigos de Dios?. A modo de ejemplo,
nombraremos sólo 2: Abraham (cf. Is 41, 8) y Moisés (cf. Ex 33, 11). Esto, como gran parte de lo que tiene relación con la fe, conlleva una
gran responsabilidad también, porque ambos (también Matías y también nosotros),
cada uno en su momento y para una labor distinta, dependiendo de su condición,
fueron (somos) elegidos y destinados “para
que vayan y den fruto”. Es decir, escogidos por amor (cf. Deut 7, 7-8), para salir
de su lugar o de su posición o de su comodidad o de donde sea que se encuentren
(cf. Gn 12, 1; Ex 3,
10) y den fruto (cf.
Gn 15, 5-6; Ex 14, 15-31; Mt 10).
A mayor abundamiento, es bueno, cuando aún vivimos el tiempo
pascual, recordar que Matías (y nosotros, por el bautismo) es “constituido testigo de su resurrección”
y que en virtud de esto, somos mandatados a amarnos eficazmente hoy y siempre
de modo de que nuestro actuar de discípulos misioneros, dando la vida, invite a
cantar con el salmista “Alaben,
servidores del Señor, alaben el nombre del Señor. Bendito sea el nombre del
Señor, desde ahora y para siempre”.
Padre bueno, confiados en la palabra de tu Hijo, nos
atrevemos a pedir, esperando que nos lo concedas, más calidad en nuestro amor y
más fuerza para ser testigos de tu amor entre nuestros hermanos los hombres y
mujeres de nuestro tiempo.
Viviendo el gozo
perfecto del Señor de la Paz,
el Amor y la Alegría,
Miguel.
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