15 de mayo de 2012
Martes de la Sexta Semana de
Pascua
Lecturas de
hoy:
Hechos 16, 22-34 / Salmo 137, 1-3. 7-8 Señor, tu derecha me salva.
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Juan 16,
5-11
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«Ahora me voy al que me envió, y ninguno de ustedes me
pregunta: "¿A dónde vas?" Pero al decirles esto, ustedes se han
entristecido. Sin embargo, les digo la verdad: les conviene que yo me vaya,
porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se lo
enviaré.
Y cuando él venga, probará al mundo dónde está el pecado,
dónde está la justicia y cuál es el juicio.
El pecado está en no haber creído en mí. La justicia, en que
yo me voy al Padre y ustedes ya no me verán. Y el juicio, en que el Príncipe de
este mundo ya ha sido condenado.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Se acerca la partida de Jesús, acontecimiento que celebraremos
este próximo Domingo. Preparando a sus discípulos advierte, en primer lugar,
que “les conviene que yo me vaya, porque
si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes”.
La palabra griega Paráclito se traduce como “Consolador” y
hoy nos recuerda la primera lectura que fue muy necesaria en la Iglesia de los inicios esa
característica del Espíritu Santo.
El Espíritu, como anunció Jesús, por milenios ha iluminado
las mentes y los corazones para que comprendamos que el pecado fue derrotado
por el Justo ajusticiado. El que fue condenado injustamente viró la historia,
transformando los conceptos de éxito y fracaso dominantes. Pablo y Silas, por
ejemplo, en la primera lectura, eran prisioneros por su fe (¿vencidos?), pero “oraban y cantaban las alabanzas de Dios,
mientras los otros prisioneros los escuchaban”, por su lado el
representante de los “vencedores”, el carcelero sufre cuando cree que se habían
escapado. El resultado es el cuestionamiento personal del que tiene buena
disposición interior: “¿qué debo hacer
para alcanzar la salvación?”. Se le anuncia la Palabra, auxilia a los que
necesitan, es bautizado y luego viene “festejar
con los suyos la alegría de haber creído en Dios”.
Enseñaba hace unos años el Papa: “Así como Pablo
califica la alegría fruto del Espíritu Santo del mismo modo también Juan, en su
Evangelio, ha unido íntimamente el Espíritu y la alegría. El Espíritu nos da la
alegría. Y es la alegría. La alegría es el don en el que todos los demás dones
están resumidos. Es la expresión de la felicidad, del estar en armonía consigo
mismos, algo que sólo puede derivarse de estar en armonía con Dios y con su
creación. Forma parte de la naturaleza de la alegría el irradiarse, tener que
comunicarse.” (Mensaje navideño a la Curia, diciembre 2008).
¿Vivimos alegremente nuestra fe? Es importante
preguntárnoslo, porque, así como en el evangelio dominical Jesús nos llamaba
sus amigos, la alegría es signo de que somos amigos del Espíritu Santo.
Te damos gracias, Señor, de todo corazón, por tu
amor y tu fidelidad. Porque hemos sentido que nos has respondido cada vez que
te invocamos y has aumentado la fuerza de nuestra alma, enviándonos al Santo
Consolador y con Él la alegría de vivir a tu servicio. Así tu gozo está en
nosotros, como nos habías prometido.
Viviendo el gozo
perfecto del Señor de la Paz,
el Amor y la Alegría,
Miguel.
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