9 de mayo de 2012
Miércoles de la Quinta Semana de
Pascua
Lecturas de
hoy:
Hechos 15, 1-6 / Salmo 121, 1-5 Vamos con alegría a la
Casa del Señor.
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Juan 15,
1-8
Jesús dijo a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. El corta
todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más
todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié.
Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no
puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en
mí.
Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en
mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero
el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después
se recoge, se arroja al fuego y arde.
Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en
ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán.
La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto
abundante, y así sean mis discípulos.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Una aclaración previa. Las lecturas a lo largo del
año distribuyen los Evangelios y gran parte de los demás libros de la Biblia, en dos grandes
bloques: el de todos los días de la semana, que a la vez se subdivide según sea
año par o impar; y, por otro lado están las que se usan los Domingo,
distribuidas en 3 ciclos (por ejemplo, este año nos corresponde el ciclo B) y
también las fiestas. Debido a esa trama que corre paralela se produce el hecho
de que a veces, con pocos días, se repiten textos como ocurre con el evangelio
de hoy y el del Domingo recién pasado.
Después de ese paréntesis, meditemos este texto
iluminado por la primera lectura que este día le acompaña, la que nos cuenta un
conflicto en la Iglesia
primitiva (“se produjo una agitación”… “discutieron vivamente”), el que se
resume en que para algunos, que aún se sentían fieles judíos, era necesario que
los que se integraran a las nuevas comunidades pasaran, por ejemplo, por el
rito de iniciación de esa religión: la circuncisión. Para otros, entre los que
se contaban Pablo y Bernabé, todo eso había sido superado porque ahora Jesús es
“la verdadera vid”, que reemplaza a
la que los profetas identificaban de esa manera antes: el pueblo de Israel (cf. Is 5, 1-7; Sal 80, 9-20) y la forma de manifestar pertenencia a ella ya no es con ese acto, sino
“permaneciendo” unidos a Él como los sarmientos, purificados (o “limpios”, dice Juan) por medio de la Palabra: mantenernos
unidos a su Palabra y, por su intermedio, al mismo Dios Verbo (Jn 1, 1.14).
Acojamos el mensaje que purifica nuestras acciones
hoy.
Primero, se describe la obra de Dios en el mundo,
esto es, la obra del Padre en los hombres, por amor a su Hijo Jesús: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el
viñador. El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo
poda para que dé más todavía”; a continuación, hay una invitación, “permanezcan”, que es la respuesta
deseada a esa obra de Dios, al don de la vida que nos hace Jesús; y concluye con
la advertencia del Señor: “si ustedes hacen esto, sucederá esto”. Así nos
señala las consecuencias de la obra pascual del Resucitado incorporada en
nuestra vida por el “permanecer”, los frutos de la comunión con Jesús (“la gloria del Padre Dios”): que es la oración
eficaz (“pidan lo que quieran y lo
obtendrán”), el seguimiento (“así
sean mis discípulos”) y la misión (“que
ustedes den fruto abundante”).
Señor, una vez más debemos reconocer que sin ti no
podemos nada. Somos fruto de la mano amorosa del Padre que nos inserta en ti
para que seamos una creación nueva en un mundo envejecido por el egoísmo. Concédenos,
Señor, abrirnos al don de tu vida, para que ella nos inunde completamente y
rebose de tal manera que nuestra presencia en el mundo, como personas y como
comunidades, sea un testimonio que atraiga a todos hacia ti y se realice tu
obra de vida, de amor, de justicia y de paz en el mundo. Amén.
Unido al Árbol
de la Vida para poder
dar frutos de Paz, Amor y Alegría,
Miguel.
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