19 de mayo de 2012
Sábado de la Sexta Semana de
Pascua
Lecturas de
hoy:
Hechos 18, 23-28 / Salmo 46, 2-3. 8-10 Dios es el Rey de toda la tierra.
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Juan 16,
23-28
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se lo
concederá en mi Nombre. Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y
recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta. Les he dicho todo esto por
medio de parábolas. Llega la hora en que ya no les hablaré por medio de
parábolas, sino que les hablaré claramente del Padre.
Aquel día ustedes pedirán en mi Nombre; y no será necesario
que yo ruegue al Padre por ustedes, ya que él mismo los ama, porque ustedes me
aman y han creído que yo vengo de Dios. Salí del Padre y vine al mundo. Ahora
dejo el mundo y voy al Padre.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Muchas veces nos habremos preguntado ¿por qué pese a
que pedimos no recibimos lo solicitado y, ciertamente, no tenemos nada parecido
a «una alegría que será perfecta»? La
respuesta es: nos falta pedir “en el Nombre de Jesús”. Pero ¿cómo se hace eso?.
La pista necesaria la da el mismo Jesús en otro momento: «Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan
lo que quieran y lo obtendrán» (Jn 15, 7). No se trata de pedir cualquier cosa y de
cualquier manera. Se trata de “ponerse en la frecuencia” del Señor. Esto es,
orar como lo haría Él: orar amando, amar orando, poner en primer lugar las
necesidades y dolores de los demás, como lo hizo durante todo su vida terrena,
donde «pasó haciendo el bien» (Hch 10, 38;
cf. Mt 20, 28). El discípulo amado amplía la idea: «Tenemos plena confianza de que Dios nos escucha si le pedimos algo
conforme a su voluntad. Y sabiendo que él nos escucha en todo lo que le
pedimos, sabemos que ya poseemos lo que le hemos pedido. El que ve a su hermano
cometer un pecado que no lleva a la muerte, que ore y le dará la Vida» (1 Juan 5, 14-15).
Es importante notar, además, que Dios no fomenta el
individualismo. Cuando a Jesús le piden que enseñe a orar comienza dirigiéndose
a su Padre como “Nuestro” y todas las peticiones que vienen son comunitarias (cf. Mt 6, 9-13; Lc 11, 2-4); sobre lo mismo dijo «También les
aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre
que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en
mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos» (Mt 18, 19-20). Cuando hemos logrado esa
sintonía, podemos oírlo “estremecido de gozo” exclamar: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado
estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así lo has querido» (Lc 10, 21).
Apolo (primera lectura) debe haber orado de esa
manera para que, sin saberse antes de él ni pertenecer al núcleo de los
apóstoles, pudiese realizar exitosamente su actividad misionera. El Señor se lo
concedió porque sería para el bien de los demás.
Sigue enseñándonos, Señor, pese a la dureza de
nuestro corazón, que tu mandato de amor abarca también nuestra forma de orar y
que con eso tú nos regalas la alegría perfecta, para poder decir con el
salmista: «Aplaudan, todos los pueblos,
aclamen al Señor con gritos de alegría; porque el Señor, el Altísimo, es el
soberano de toda la tierra»
Viviendo el gozo
perfecto del Señor de la Paz,
el Amor y la Alegría,
Miguel.
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