Pertenecemos a la Parroquia Santo Cura de Ars, atendida pastoralmente por la Congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús (Dehonianos).

Nos ubicas en Pirámide 565, paradero 11 ½ de Santa Rosa. Comuna de San Miguel, Santiago de Chile.
Nuestras actividades se despliegan durante la semana; nuestra celebración dominical es a las 10:15. Bienvenid@s.





ATENCIÓN

A contar del 1 de Enero de 2013 las Meditaciones diarias del evangelio se encuentran en: http://pazamoryalegria.blogspot.com/

martes, 22 de mayo de 2012

Imitar a los Santos en asemejarse al Señor


22 de mayo de 2012
Martes de la Séptima Semana de Pascua

Lecturas de hoy:
Hechos 20, 17-27 / Salmo 67, 10-11. 20-21 ¡Cantad al Señor, reinos de la tierra!

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     17, 1-11
Jesús levantó los ojos al cielo, diciendo:
«Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti, ya que le diste autoridad sobre todos los hombres, para que él diera Vida eterna a todos los que tú les has dado. Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo.
Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste. Ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía contigo antes que el mundo existiera.
Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos y me los diste, y ellos fueron fieles a tu palabra. Ahora saben que todo lo que me has dado viene de ti, porque les comuniqué las palabras que tú me diste: ellos han reconocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me enviaste.
Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado. Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y yo vuelvo a ti.»
Palabra del Señor.

MEDITACION
Un santo no es una figura etérea, una figurita en un altar, sino más bien un modelo de vida. San Pablo, entre muchas otras cosas, es ejemplo nuestro en asimilarse a su Maestro («ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí», Gal 2, 20). Las lecturas litúrgicas de hoy los pone en paralelo ante la situación de enfrentar el futuro: mientras Pablo indica ir «sin saber lo que me sucederá allí», el Señor sabe hacia donde vuelve, al Padre.
En lo que coinciden es en la conciencia acerca de la labor realizada: «He servido al Señor con toda humildad y con muchas lágrimas», afirma el apóstol; y el Señor: «Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste». Ambos fieles a la misión recibida.
Una segunda semejanza es la actitud frente a las consecuencias inevitables que intuyen venir. Pablo: «poco me importa la vida, mientras pueda cumplir mi carrera y la misión que recibí del Señor Jesús»; el Maestro: «Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo».
Se asemejan también en la certeza de dar frutos para la construcción del Reino. Pablo: «no he omitido nada que pudiera serles útil; les prediqué y les enseñé (…) instando (…) a convertirse a Dios y a creer en nuestro Señor Jesús». Jesús: «les comuniqué las palabras que tú me diste: ellos han reconocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me enviaste».
¿Cómo es posible que un ser humano, un pecador, pueda tener actitudes como las del Hijo de Dios?. De hecho, el desafío, la meta, es llegar a ser perfectos como el Padre (cf. Mt 5, 48). ¿Imposible? «Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible» (Mt 19, 26), teniendo presente que el Dios-Espíritu Santo “habita en nosotros” (cf. 1 Cor 6, 19), lo podemos todo (cf. Filip 4, 13). Usemos, entonces, las palabras de otro santo –otro modelo- Agustín: “Dame lo que me pides y pídeme lo que quieras”, confiados en que «El carga con nosotros día tras día; él es el Dios que nos salva y nos hace escapar de la muerte» (Sal).

Señor, danos tu mirada, tu ternura, tu sensibilidad, tu acogida, tu cercanía con el Padre, para asemejarnos a ti, como lo hicieron nuestros hermanos los Santos. Para tu mayor Gloria, para el mayor bien de los pequeños a quienes amaste tanto y con quienes te identificaste.

Anunciando a toda la creación la Buena Nueva de la Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.

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